Rimbaud

Por Luis Manuel Pérez Boitel

 

bajo la ráfaga que hace girar
el éter de la noche, un adolescente
quiebra las hojas secas del manzano. confirma así
su paso tras la película, aquella fantasía
creída fugazmente. siento el equívoco
«a las cuatro de la mañana, en el estío»
cuando un rostro embelesa (su rostro)
y temo que ha llegado superponiendo las cosas.
descreyendo
la otra mitad que con suspicaces palabras
prohibieron. tú, encendías una lámpara
para que nada fuera tan extraño. al final,
ya no estabas donde antes. quizás,
eras una imagen segmentada que nunca existió.
un abrevadero sin límites. una estatua de sal
al borde de un paraje, ya gris y de provincia.
ah, apenas eso...

 

Paisaje inconcluso

agrieta la voz un cansancio milenario.
y descubro otros cantos que igualaban
el oficio. desde la propia raíz afianzada
a los cedros y las caobas del parque.
en la fuente el eco de la infancia
gravita en el pertinaz vacío que me ahonda.
un paisaje inconcluso tengo de morada.
como el ciervo busco el abismo o un páramo
para sumergir mi cabeza.
es denso mi elemento. entretejo
el acto notorio que hace de mí
la propia fiera. indago sin saber su intimidad,
el penitente rostro que emerge en otros dialectos. la
salvia
o el orégano que me dieron para salvarme.
agrieta la voz su esmeralda,
aflorando en mi vientre la propia imagen de la cruz.
como una loba ciega antes de caer
con todos sus tentáculos. no hay paisaje,
y nadie se resiste. bajo el amanecer que los hombres
iguales dieron a sus casas, antes del juicio.