Por Orlando V. Pérez
“¡Y oí una voz!
Mi Amado estaba en la puerta”.
Cantar de los Cantare
Como en los viejos filmes desteñiré la piel
en los barrotes que se hormigan
detrás de las palabras.
Como en un caracol, me sumerjo en mí
para interrogar la esfinge en un rincón callado.
¿Dónde están tendidas las cuerdas
y los rostros que han huido tras las máscaras?
Todo, menos los vahídos cotidianos,
o el reloj que azuzan las horas que se marchan.
Yo soy como el Amado del Cantar de los cantares.
Quien termina, pone a descansar su arado.