Por Mayda Palazuelos
Es difícil verse a sí mismo o a un adversario, cuando los filos de las almas entrechocan de soledad a un vacío roto, sin puentes de enlace entre corazón y razón.
¿Podría acaso una loba solitaria, una bestia, devorar a su presa aún palpitante con el vago orgullo triunfal de la vida sobre la muerte?
Dónde, qué alma?, el mar ensoberbecido se agita sin hallar un distanciamiento piadoso del dolor.
Los caminos del amor hacen sus nidos de arañas y la felicidad deviene insegura y no es casual cruzar aceros con sentimientos para después, perder.