Por Julio García


Caballero parisino
de mi terruño natal,
dime qué extraño metal
forjó tu piel de camino.
¿Cómo burlaste el destino
tortuoso y cruel de los años
de amarguras , desengaños
y noches de soledad
con hambre o enfermedad
venciendo ante tantos?

Cuántas veces se te vio
humilde y desarreglado
como un Quijote cansado
de tanto que recorrió.
La carga a cuestas te dio
sustento para comer,
y de honradez mantener
tus manos limpias y puras
surcadas por araduras
que el tiempo dejó correr.


Guerrero de mil batallas,
hacedor de más oficios
injusticias y prejuicios
rompiste en las guardarrayas.
Derrumbaste las murallas
de tantos que criticaron
y hasta de ti se burlaron
sin imaginar jamás
que eres historia... ¡además
por los miles que te amaron!

Préstame ese traje tuyo
para pasar a la gloria
y quedar en la memoria
de aquel que te hizo suyo.
Ya no se escucha el arrullo
de tu dulce pregonar
y todos... al imitar
tu canto triste y sonoro
reviven al “CAO DE ORO”
de mi infancia singular.