Por Mayelín Ordóñez Valero

 

Pasan las horas entre cuchicheos y sorbos de café. El olor característico de cada lugar invade cada rincón. Las personas se acercan con rostros sombríos y me ponen la mano en el hombro, pero no puedo hablar; sigo sin entender. Mi hermana se acerca y me lleva hasta él. Me resisto estar allí. De pronto Andrés, con una sonrisa burlona, me hace señas para que lo acompañe, estoy emocionada, inmóvil. Se acerca y me susurra algo al oído que me ruboriza. Sin salir del asombro comienza a besarme la nuca, acaricia mi pelo. Quiero detenerlo pero me es imposible. Lentamente recorre todo mi cuerpo hasta despojarme de la blusa y sacarme el sostén y ya no escucho a las personas y el olor ha desaparecido. Se apodera de mi vulva y mis quejidos lo hacen extasiarse y siento cómo mi cuerpo gravita mientras tiemblo de placer.
     El despertador poco a poco me devuelve a la realidad y pude escuchar la voz molesta de Andrés y yo bañada en sudor con mis partes húmedas; mirando con una mezcla de asombro y sorpresa, a la vez que le pregunto: “¿Qué haces aquí, dónde están las personas y el ataúd que te guardaba?” Él, sin comprender y con una sonrisa de burla, me dice: “Llegué a las cuatro de la mañana, dormías como una piedra”. Mientras, se me aproxima poco a poco y me mira con ojos hambrientos y comienza a acariciarme la nuca.


Con este cuento la autora obtuvo Premio en el concurso literario “Batalla de Maltiempo”, Cruces, Cienfuegos, 2023. (N. del E.).