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Por Olga L. Robaina
¿Acaso puede la aurora
enamorarse del cielo?
Quizás... si de tanto anhelo
se le va rompiendo el alma.
Quizás... ansíe la calma.
Quizás... suspire un desvelo.
Quizás... hasta envidie el vuelo
de la lluvia cuando canta.
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(Reto que nos hace Félix Jorge Almarales)
La décima en el espejo
parece que está al revés
y si la miro otra vez
de diez versos es reflejo.
No hace falta catalejo
es una estrofa sencilla,
enlazo una redondilla
con otra, si tejo un puente
y si escribo de repente
¡la décima es maravilla!
¡La décima es maravilla!
y si escribo de repente
con otra, si tejo un puente
enlazo una redondilla.
Es una estrofa sencilla,
no hace falta catalejo,
de diez versos es reflejo
y si la miro otra vez
parece que está al revés
la décima en el espejo.
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Por Olga L. Martínez
Un ansia de aparición
de tus cantares arcanos
te hacía inquietas las manos
y musical el bastón.
Jesús Orta Ruiz
Esconderse es casi un juego.
Es..., como mirar atrás.
A donde no volverás,
sin una luz y me niego
a seguir presa del fuego
que aviva la tentación.
¿Acaso es una obsesión
ocultar lo que es derecho?
Se va tatuando en mi pecho
un ansia de aparición.
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Por Ana L. López
Una mujer que es una fierecilla
hasta que la tocas con la punta de la lengua
hablar o lamer
escojo por donde menos me conozca.
Me otorgaron el placer de aniquilar mujeres
una mujer que es dulce como la miel hasta que te vuelves mar
mojar su orilla o arrastrarla hasta el fondo
elijo mojarle la punta de sus senos.
Una tocó mi puerta
era de esas difíciles de matar
de las que no se domestica
de las que hablan con los ojos
ojos negrísimos como el océano en la noche
una abeja reina con su lanza dispuesta a morir
la miré y mis piernas se aflojaron
en el cuello del abrigo traía huellas de nieve y alpiste
en los bajos del abrigo restos de barro y flor
pero sus botas limpias mostraban su paso
entonces figuró una sonrisa
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Por Lucio Pérez
...bajo la luz ,dentro de la luz, todo es posible: incluso la sombra.
Virgilio L. Lemus
Quiero encontrar la fecha de un diciembre
cuando el abrazo se convertía en la última molécula a la esperanza
y los besos colgaban de la risa
en el postrero discurso de la noche.
Las manzanas hoy se hospedan en el tiempo,
las uvas penden donde un día sonaron las campanas.
Mientras tanto, aquí estamos
mordiendo los silencios de un naufragio, redescubriendo
diciembres en instantáneas,
porque el tiempo es explicable, cuando Ítaca muestra lo que cargamos en el viaje.
Quiero saber la fecha de un diciembre
aunque sea en el último recodo de lo cotidiano.
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Por Isabel Ricardo
Mantente a mi lado y
al permanecer junto a mí, todo ese tiempo
descubrirás que todos mis poemas
comienzan y terminan en ti.
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Por Virgilio Piñera
Aunque estoy a punto de renacer,
no lo proclamaré a los cuatro vientos
ni me sentiré un elegido:
sólo me tocó en suerte,
y lo acepto porque no está en mi mano
negarme, y sería por otra parte una descortesía
que un hombre distinguido jamás haría.
Se me ha anunciado que mañana,
a las siete y seis minutos de la tarde,
me convertiré en una isla,
isla como suelen ser las islas.
Mis piernas se irán haciendo tierra y mar,
y poco a poco, igual que un andante chopiniano,
empezarán a salirme árboles en los brazos,
rosas en los ojos y arena en el pecho.
En la boca las palabras morirán
para que el viento a su deseo pueda ulular.
Después, tendido como suelen hacer las islas,
miraré fijamente al horizonte,
veré salir el sol, la luna,
y lejos ya de la inquietud,
diré muy bajito:
¿así que era verdad?
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Los discursos las distancias
Las promesas o el dolor
No son más que fantasías
Que entretienen la razón.
Raúl Paz
Estoy solo navegando
entre libertad y espera.
Mi sueño cambia de acera
pero no cambia de bando.
Nadie ha confesado cuando
van a complacer las ansias.
Hay un eco de sustancias
por tantos años perdidos
y siguen en mis oídos
los discursos, las distancias.
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Por Ulices Trujillo
Sospecho que te hablé de los rincones
Y de las pausas que hay sobre mi cama,
De las voces que el silencio me reclama
O de los gritos de sexo en los balcones.
Sospecho una caricia a la deriva,
Una guitarra sin dedo ni canción,
Un dios que nunca escucha mi oración,
Alguna lengua que nada en su saliva.
Yo presiento que te hablé de geometrías
Y de falsas promesas que al desnudo
Alguna noche de pasión reclamarías.
Hay tanto verso muriendo en mis pantanos,
Y tanto labio en la piel donde me anudo,
Y hay tanto amor que habita en nuestras manos.
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Por Taimí Blanco
Frente al mar,
desnuda,
entre mareas y afilados arrecifes,
los alcatraces dinamitan sus pupilas,
las olas dialogan.
Poco sé de marinería,
no más que anudar y desatar nudos en mi alma,
navegar a ratos la memoria,
desembarcar en puertos del recuerdo.
Es una playa de sales,
—recuerdo—
lágrimas antiguas,
eterna convocación a la nostalgia.
No olvidar, no olvidar...
— olvidar—.
Aunque duela y muerda,
aunque inquiete el perdón,
la despedida...
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