Por Lucio Pérez
vienes por fin a mí
tal como eras
con tu emoción antigua
y tú rosa intacta.
Dulce M. Loynaz
Marchaste con la última omisión pactada a la vuelta
y una lágrima mojada
en el pañuelo.
La luna me ha visto
tragar los azules,
pero no puedo detener el sol
cuando asoman las mañanas de diciembre
y atrapo la espuma con las manos,
sintiendo la escandalosa evocación de los deseos.
En tanto sigo con los ojos
clavados en la orilla,
la extraña sensación de una presencia
y la dentellada ruin de tu naufragio.