Por Sandra M. Busto


Un día como otro cualquiera en la playa, una niña jugaba haciendo castillos de arena, mientras sus padres la ayudaban. Entre todos recogían conchas, caracoles, algas y conformaban su palacio de arena. Unos metros después, un joven leía sin levantar la vista de un libro. Por las páginas se podía adivinar que faltaba poco para llegar al final. Ávido de llegar al término, no era consciente de la niña que corría para recolectar más objetos que adornaran su obra, ni de otro bañista que dormía debajo de la sombra de la siguiente sombrilla, como si aquel sonido apacible del mar le aportara la paz a su cotidiano estrés de trabajo, oficina, calles y presión del tiempo, escapando así en una paradisíaca playa del caribe, de todo el bullicio de su tempestuosa cotidianidad.
     Un grupo de amigos, en el cual me encontraba, conversábamos sobre conciertos, nuevas tendencias musicales y algunos conocidos en común. Dos sombrillas después de nosotros, otras dos muchachas también disfrutaban de su día de vacaciones. Al rato llegaron dos jóvenes y decidieron ocupar la sombrilla vacía en medio. Minutos después se les veía interesados en las muchachas y un rato más tarde lograban romper el hielo y comenzar un animado dialogo.

Por Pedro Silva


El frío terminó sus acordes de nieve
me acerco a un árbol mugriento que gime
Veo lágrimas
recuerdos que no lograron su travesía
Una ardilla recorre el trébol
le digo que no está solo
es una misma agonía
y puede caminar
pero sigue triste con sus ramas deshojadas
Mis amigos decidieron irse
no cabía mi corazón en sus maletas
y no importa lo que hagas
siempre se irán
Son lápidas y cementerios vacíos
¿Qué queda después del dolor?
¿Quien llora cuando no estamos vivos?

Por Anisley Fernández 


No hay reloj.
Hablan del aceite en la otra vuelta
pero yo no estoy aquí.
La última vez me vieron tirando mis cabellos,
partiendo bastones.
Me vieron, con el taladro,
agasajar a los últimos traidores,
traficantes,
enfermos mentales.
Y desaparecieron todos.
Soy un montón de sesos chillando.
Soy tu cabeza en la pared
mordiéndose...
¡AHGGG!
¿Para qué me venden?
Para que aúlle así, para que aúlle.
Porque les suda la vida ante el aullido

Por Mayda Miranda


El silencio es un caracol
que habita en los valles del alma,
mientras el alto ruido del mundo
palpita desde afuera.
Su brújula rebosa
la hipérbole del caos,
su fluido…

Aquí se desbordan los días
y la luz se bebe el océano.
Vislumbro paisajes
que contemplábamos juntos
cuando el polvo del camino
era polvo de estrellas.

La distancia se aproxima:
soy el arcoíris que se antepone a la lluvia.
Solo las manos correctas pueden modelar sus sueños.

Por Hansrruel Aldana


Soy un hueco en el aire de esta casa,
donde escucho mis pasos obsoletos
hablarles de tu olor a los objetos,
buscarte en el silencio cuando pasa.
La sombra de tu sombra soy. Escasa
brevedad de la luz sobre tu ausencia.
La casa es una simple intermitencia
del eco de tus pasos que no existen.
La casa y tú me ignoran, no resisten
tu imagen dibujada en mi conciencia.

Tu risa es un olor que se pasea
por cada habitación de mi recuerdo.
La casa me acorrala y yo la muerdo.
¡Qué hiriente desamparo me rodea!
Tu voz como un fantasma merodea

Por Jorge Sosa


                     lo que vive y se convierte.
                     en pasado que se olvida.
                     es la parte de la vida
                     que siendo vida ya es muerte. 

                               El Indio Naborí


La vida es una aventura,
placer, dicha, sufrimiento,
el llanto del nacimiento
converge en la sepultura.
El que siembra paz augura
la cosecha de la suerte
y solo clava la muerte
pecadora en una cruz,
como la clavó Jesús,
lo que vive y se convierte.

Por Anisley Fernández


Cómo me
dueles,
Isla.
¡Dolor
tan rosa!
Tú cáscara
se empolva
aquí,
al centro
de las niñas.
Con ópalos
untuosos
te amasan,
te estrujan,
te asfixian

Por José Martí


Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso
De mí y de la Creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es un yugo: quien lo acepta, goza.
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Esta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña,
Esta, que alumbra y mata, es una estrella.
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz, se queda solo.

Por José A. Fulgueiras


Montaña en flor

Tus senos, tus tibios senos
son dos montañas inhiestas
donde yo arribo a las crestas
sorteando abismos ajenos.
Con tus pezones morenos
fundo mi apacible altar
que me consiente rezar
como un cándido beato;
después me despeño un rato
y luego vuelvo a trepar.

 

Marinero

Yo quiero entrar por tu espalda
bogando desde tus besos;

Por Neiby Cisnero

              A mi hija


Te deslizas
en una burbuja hacia la otra orilla:
alzas el vuelo.
¿Qué será de los sueños
que transforman la psiquis
y de los candelabros que esperan?
¿Qué metamorfosis anidará en mí,
mientras observo el rumbo que te acecha?
¿Qué será de las batas blancas
y de ese desayuno que te aguarda en la mesa?