Por Nicolás Águila
Y nos callamos todos, tú y la noche y el viento, la noche y tú sin ti, locura azul nostalgia. Y arrollamos cantando los Zafiros son son Rampa abajo sin miedo. Son son porque son eran y siendo mucha conga también fueron bolero. Y qué pronto tan pronto de pronto se nos fueron. Se murieron del susto, del ron y Cayo Hueso. Se les cayó el aché, la herradura en la puerta y la aldaba oxidada. El ebbó del tabaco y el coco trabajado tampoco les sirvieron. Fue envidia y brujería, mal de ojo y engrudo. Fue el alcohol y las jebas, el cubilete incierto y el chivato anotando burukutela cruda, bilongo por la espalda, salación, burocracia, rencor parametrado. La Habana en si bemol, desnaturalizada, los mató de repente y algo más que más duele. No murieron de éxito. De espanto se murieron.