Por Lucio Pérez
Mayo alegra el universo
y este paisaje en la pupila sangrando siglos.
Ellas confunden el Sol y la sonrisa,
la lluvia y el arcoíris
y plantan flores,
donde una vez sembré una isla de versos
que se multiplican con las estaciones.
Ellas se inventan cada mañana
para borrar los plazos con latidos
y regalan estrellas,
historias que no terminan
aun después del tiempo.
Y así colgadas del espacio
siguen regalando la última de las estrellas,
y de mayo solo queda
el postrero átomo del nombre.