Por Irelia Pérez


Hoy salí a caminar con el viento en los zapatos.
En la calle era abril
(otra vez)
y el loco tierno de las rosas
volvió a contarme sus amores
con aquella muchacha que llevaba mi rostro
en tardes ya lejanas
                  o ayer
                  quién sabe cuándo.

Hoy salí a deambular mi camuflaje
te busqué en la hojarasca fugaz de los aplausos
inútilmente
nunca estuviste allí.
Entonces fui a encontrarte desnudo en las vidrieras.
El viejo maniquí guardaba todavía
tu olor a pleamar bajo las uñas.

Por Raiza K. Olivera

 

Todo conspira, el abrazo que no se dio a tiempo, el ardor del grito impune, todo conspira. Pero cuando se izan las velas ya nada se confunde, es como si se esclareciera de pronto la tormenta y los rayos cayeran directo al pecho del hombre.
    Cuando las velas se expanden como globos aereostáticos nada las puede detener. Volvemos a la reflexión de los abrazos perdidos, al triste desvarío de la caricia no dada, a las ausencias de las palabras y las cosas. Brillan aquellos instantes que antes parecieron tinieblas y quieres regresar, pero como dije, las velas se han izado y no hay retorno posible. Solo mirar a través de estas nubes la existencia de otros hombres, que una vez también izaron las velas, a ver dónde los llevaba el viento.

Por Rodolfo Rensoli


Todos quieren verte en la foto de cumpleaños.
Ni en la de la boda, siquiera.
Me consta en el espejo, que soy.
Me quedé solo una vez y abandonado del andar de los otros,
no hubo excepción.
Todos se equivocan, mas sonrío.
Y a veces lanzo un brazo al aire
como el que quiere conquistar todo el espacio. Tantos datos no me salvan.
Ni los que ven, ni los míos.
Yo, continúo remando.
Aunque los callos producidos por los remos, se conviertan en piezas de museo.
Cómo debo rechazar semejante gratitud.

Tomado de la peña virtual “Los cinco sentidos”, dirigida por Yamilé Calcines. (N. del E).

Por Ulices Trujillo

 

¿Más tiempo? ¿Más? Me retoco
a la espera de la muerte
sin susto. Me sabe inerte
el espejo donde invoco.
Desgarro mi piel un poco
más al centro, donde suda
una ciudad que desnuda
tiembla, se viste de blanco
y es animal que en su flanco
guarda miedo, luz y duda. 

 

 

Por Lucio Pérez

 
              ...Hendido, sí, en busca del candil
              que me prestó Confucio,
              pero ligero ya, dispuesto tal vez
              a tragarme algún bocado de futuro.


                         Orlando V. Pérez


Quién reconocerá el espacio de luz abandonado,
la suerte de tantos años
de salpicar sueños a la palabra.
He transitado muchas veces
bajo la pupila de un adolescente
cegando el herboso camino.
Hoy queda el vigor de una cosecha;
los restos de una época de inmortales rocinantes
sucumben bajo nidadas de golondrinas
que aprovechan oquedades en el tiempo.
Hoy me siento bajo la sombra del verso
y toco a la puerta del Fénix,
quizás lo convenza
y me ofrezca su secreto. 

 

Por Sandra M. Busto


Un día como otro cualquiera en la playa, una niña jugaba haciendo castillos de arena, mientras sus padres la ayudaban. Entre todos recogían conchas, caracoles, algas y conformaban su palacio de arena. Unos metros después, un joven leía sin levantar la vista de un libro. Por las páginas se podía adivinar que faltaba poco para llegar al final. Ávido de llegar al término, no era consciente de la niña que corría para recolectar más objetos que adornaran su obra, ni de otro bañista que dormía debajo de la sombra de la siguiente sombrilla, como si aquel sonido apacible del mar le aportara la paz a su cotidiano estrés de trabajo, oficina, calles y presión del tiempo, escapando así en una paradisíaca playa del caribe, de todo el bullicio de su tempestuosa cotidianidad.
     Un grupo de amigos, en el cual me encontraba, conversábamos sobre conciertos, nuevas tendencias musicales y algunos conocidos en común. Dos sombrillas después de nosotros, otras dos muchachas también disfrutaban de su día de vacaciones. Al rato llegaron dos jóvenes y decidieron ocupar la sombrilla vacía en medio. Minutos después se les veía interesados en las muchachas y un rato más tarde lograban romper el hielo y comenzar un animado dialogo.

Por Olga L. Martínez

 

I

En décimas quiere hablarme
a la sombra… junto al río.
¿Será su verso el rocío
con que viene a acariciarme?
Y si después de besarme,
un temblor siento en mi risa,
abandonaré la prisa,
excitaré mi desvelo,
hasta desnudar el pelo
para que pase la brisa.   

El frenesí del amor
se echó la décima a cuestas:
sol retorcido en las crestas,
cascabel en el dolor,

Por Maribel Monzón


            El tiempo no corre siempre hacia delante,
            y el espacio, ese en el que parece que estamos,
            no es necesariamente invariable.


                          José Sánchez


Involución

Involución      cuarta era
de un milenio inexistente
Hay un designio demente
donde ya el hombre no espera
nada        En la humanidad impera
el criterio del vacío
¿Cómo detener el río
que va destino al fracaso?

Por Mayda Miranda


El silencio es un caracol
que habita en los valles del alma,
mientras el alto ruido del mundo
palpita desde afuera.
Su brújula rebosa
la hipérbole del caos,
su fluido…

Aquí se desbordan los días
y la luz se bebe el océano.
Vislumbro paisajes
que contemplábamos juntos
cuando el polvo del camino
era polvo de estrellas.

La distancia se aproxima:
soy el arcoíris que se antepone a la lluvia.
Solo las manos correctas pueden modelar sus sueños.

Por Anisley Fernández

Muchos son los momentos donde un poeta se cuestiona la propia existencia. “Poematizar —escribió Fiedrich Hölderlin— es la más inocente de todas las ocupaciones”, en lo cual Heidegger asiente y explica el acto de la creación poética como un juego, una actividad libre, pura y desinteresada. Su revelación está en las imágenes y los sueños creados por las palabras, en resumen: nuestros poemas se convierten en un recreo verbal donde somos asíntota de lo divino, un pequeño evangelio. En ese sentir soy parte de este libro, publicado por Reina del Mar Editores en 2007.
     “Voy a lanzar mis días contra mí… voy a quedarme sin días… sin mí…” confiesa el autor, con el tono suicida de quien ha vivido muy cercano al sufrimiento. Pero también nos advierte: “…nútrete de tu hojarasca…”, mostrándonos que las cosas más simples de la vida, incluso el propio sufrimiento, deben asumirse como parte del equilibrio.