Por Pablo Neruda 

 

…se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien hace de la televisión su guía. Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
     Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando esta infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
   Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en si mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante. Muere lentamente, quien abandonando un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
     Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.

 

 

Por Federico García Lorca

 

Cuando se abre en la mañana.
roja como sangre está.
El rocío no la toca
porque se teme quemar.
Abierta en el mediodía
es dura como el coral.
El sol se asoma a los vidrios
para verla relumbrar.
Cuando en las ramas empiezan
los pájaros a cantar
y se desmaya la tarde
en las violetas del mar,
se pone blanca, con blanco
de una mejilla de sal.
Y cuando toca la noche
blando cuerno de metal
y las estrellas avanzan
mientras los aires se van,
en la raya de lo oscuro,
se comienza a deshojar.

Por Jorge Luis Borges 

 

La rosa,
la inmarcesible rosa que no canto,
la que es peso y fragancia,
la del negro jardín en la alta noche,
la de cualquier jardín y cualquier tarde,
la rosa que resurge de la tenue
ceniza por el arte de la alquimia,
la rosa de los persas y de Ariosto,
la que siempre está sola,
la que siempre es la rosa de las rosas,
la joven flor platónica,
la ardiente y ciega rosa que no canto,
la rosa inalcanzable.

 

Por Flavio Crescenzi

 

Hace algún tiempo leí un ensayo —que se presentaba como un diálogo entre dos eruditos contertulios— cuyo título, Nadie acabará con los libros, zanjaba, casi pendencieramente, un debate que durante décadas ocupó un lugar central en los ámbitos consagrados a eso que, con proverbial munificencia, hemos dado en llamar cultura. Los contertulios no eran otros que Umberto Eco y Jean-Claude Carrière, y el tema sobre el cual se debatía (aunque sería más apropiado decir se conversaba), como podrá deducirse, no era otro que el futuro del libro impreso ante el avance de los soportes multimedia de lectura. Pero ¿qué tiene que ver esto con el poeta Rolando Revagliatti? En realidad, no demasiado. Sin embargo, la sutil conexión que puede vislumbrarse es de por sí reveladora.
     No hace mucho, Revagliatti decidió llevar adelante una empresa, si se quiere, gigantesca: publicar en formato digital seis portentosos volúmenes de entrevistas a escritores argentinos.1 Anteriormente a esto, sus poemarios Ripio, Infamélica y Viene junto con, por mencionar solo aquellos que he tenido el gusto de leer, ya podían encontrarse en la Web como libros electrónicos. Estos dos hechos, a simple vista aislados, podrían sugerir que Revagliatti, en algún momento, y por razones al parecer circunstanciales, tomó la decisión de apostar por los «soportes multimedia de lectura» para materializar sus diversos proyectos literarios. Lo cierto es que, por fortuna, no fue así.

Por Mario Benedetti

 

No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.

Por Naizomi Getav

 

Después de tantas tazas de café,
aún esperé...
No llegó mi tren.
Estuve lista, a la hora,
vestida de gala para el viaje.
¡Despiste mío!
Quizá equivoqué horario,
la fecha, y hasta la estación.

Resignada volví a casa;
lavé mi cara...,
en el piso mis ropas de gala,
será otro día,
en alguna otra vida.
No se me dan los viajes.
¡Despiste mío!
suelo perder hasta el equipaje...

¡Despiste mío!
Por fortuna existe el café.

De: Los narcisos de Naizomi. (México, 18 de agosto de 2023).

 

 

 

Por Pablo Neruda

 

Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.

Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!

Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!

En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.

Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!

Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.

Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!

Por Luis Benítez

 

La Editorial Leviatán, de Buenos Aires, publicó recientemente una nueva entrega del autor local, que se suma a la extensa trayectoria en el género que acredita Revagliatti desde su inicial Obras completas en verso hasta acá, de 1988. Uno de los poetas argentinos más originales, de más vasta producción y más traducido a otras lenguas de la generación de los ’80.
     La feliz iniciativa del sello Leviatán en cuanto a dar a conocer un nuevo título del reconocido poeta argentino Rolando Revagliatti permite a sus numerosos lectores acceder otra vez a una poética siempre renovada, invariablemente sorprendente, cuyas sucesivas rutas de transformación distinguen cabalmente la obra completa de este. Es que Revagliatti comprendió, desde sus inicios, que quedar atrapado en una retórica personal, por muy lograda que ella sea, conduce invariablemente a la autofagia, la repetición y la rutina que acecha en las páginas de otros escritores, incluso los más consagrados.
     En vez, Revagliatti propone un universo diferente o visiones distintas de uno solo y suyo, cuyas múltiples regiones parecen no culminar nunca en número ni en originalidad. Esta particularidad de mantenido cambio de discurso y apelaciones de sentido es solo una de las múltiples facetas que lo distinguen y diferencian en el panorama del género en Argentina.

Por Erika Estrada (Luna)

 

            ¡Adiós! En la noche inmensa
            y en alas del viento blando
            veré la barca bogando,
            la vela impoluta y tensa.


                    Nicolás Guillén

 

Adiós a poder tenerte
Adiós a rozar tus labios
quitar en ti los resabios 
Miedo a no querer perderte
Miedo de querer, de hacerte
Y de sentirme indefensa
Adiós a la recompensa
De mirarme en tus ojazos
De tenerte entre mis brazos
Adiós a la noche inmensa

Por Frida Kahlo

 

No te estoy pidiendo que me beses, ni me disculpes cuando pienso que estás equivocado. Ni siquiera te pediré que me abraces cuando más lo necesito. No te pido que me digas lo hermosa que soy, aunque sea mentira, ni me escribas nada hermoso. Ni siquiera te pediré que me llames para decirme cómo fue tu día, ni decirme que me extrañas. No te pediré que me agradezcas por todo lo que hago por ti, ni que te preocupes por mí cuando mi alma está abajo, y por supuesto, no te pediré que me apoyes en mis decisiones. Ni siquiera te pediré que me escuches cuando tenga mil historias que contarte. No te pediré que hagas nada, ni siquiera estar a mi lado para siempre. Porque si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero.