Por Oscar Wilde

 

Cuando Narciso murió, las flores de los campos se entristecieron y suplicaron al río que les prestase gotas de agua para demostrar su duelo. “¡Oh! —contestó el río—. Si todas mis gotas de agua fuesen lágrimas, no tendría bastantes para llorar yo mismo a Narciso; hasta tal punto le amaba”. “Es natural —dijeron las flores—. ¿Cómo no amar a Narciso, que era tan bello?” “¡Ah! ¿Era muy bello entonces?” —preguntó el río—. “¿Quién mejor que tú puede saberlo, ya que él reflejó en ti tantas veces su rostro, inclinándose sobre tus orillas para mirarse en tus aguas?”
Después de un breve silencio, el río respondió: “Le amaba porque cuando se inclinaba sobre mí podía contemplar mi belleza reflejada en sus ojos”.


Por María Teresa Wilms

 

Soy Teresa Wilms Montt
y aunque nací cien años antes que tú,
mi vida no fue tan distinta a la tuya.
Yo también tuve el privilegio de ser mujer.
Es difícil ser mujer en este mundo.
Tú lo sabes mejor que nadie.
Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida.
Destilé mujer.
Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo.
Cuando me dieron la espalda, yo di la cara.
Cuando me dejaron sola, di compañía.
Cuando quisieron matarme, di vida.
Cuando quisieron encerrarme, busqué libertad.
Cuando me amaban sin amor, yo di más amor.
Cuando trataron de callarme, grité.
Cuando me golpearon, contesté.
Fui crucificada, muerta y sepultada,
por mi familia y la sociedad.
Nací cien años antes que tú;
sin embargo, te veo igual a mí.
Soy Teresa Wilms Montt,
y no soy apta para señoritas.

 

 

Por Rafael Alberti

 

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.

 

 

Por Naizomi Getav

 

Se retrata el deseo en los lienzos de la carne, pincel y carmesí son la empatía en un paisaje de lujuria desvestida por las manos sedientas del viento.

Estiran los segundos sus cuerpos, los minutos se detienen admirando el éxtasis de un paréntesis apasionado encerrando al tiempo en un orgasmo infinito que respira y muere en el intento de no rogar al placer detenerse.

¡Ah, la imaginación vuela vehemente, imparable, imparcial besa los pies del miedo, seducidos están los deseos del deseo mismo!

La piel en entrega es volcán, vaivén orgásmico cual sauce mecido a la fuerza poderosa del aire..., los ríos bañan con sus dulces y gratas aguas la vida que a la tierra engalana.

Grandes humedales son regocijos a las sábanas de seda.

La naturaleza del ser despierta...
Despierta y se recrea entre los brazos de un deseo con sed.

Por Roque Dalton 

 

Yo, como tú,
amo el amor, la vida, el dulce encanto
de las cosas, el paisaje
celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan, de todos.
Y que mis venas no terminan en mí
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.

 

 

Por Víctor M. Toledo

 

I

Canto por agua
por toda mi potencia de león
perdida en la ternura de tus ojos
por mis ramas vencidas en tu cuerpo
que asume la forma de los árboles
por lo escarlata de tus caracoles
las blancas montañas de tus águilas
y el bosque azul de tus cerezos
Canto por agua
por esta inmensidad de cereales
esta dimensión de hueco
por la navegación
y este grito que danza
extraño plenilunio de la noche de coágulos
canteras de existencia
en el nombre del pacto
y de la herrumbre

Por Ernesto Cardenal

 

Al perderte yo a ti
tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras
lo que yo más amaba
y tú porque yo era
el que te amaba más.
Pero de nosotros dos
tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar
a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán
como te amaba yo.

 

*
Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos
el libro de un poeta famoso
y leas estas líneas

Por Gabriel García Márquez

 

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en tu tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida de armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa se desangra el día.

Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía.

Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.

Por María Calcaño


Una gran desnudez:
mi cuerpo
y la noche…

¡Pero sueño en el alba!

Alba:
abertura de sangre
y de alas.

Y el pájaro
dueño del bosque
con un trino…

¡La vida
es este montón de tierra fértil!


El hombre
y yo
somos la quimera.

Por Andrea Jerez

 

Mis tías dicen que no vivió
porque no la bañaron,
los médicos mienten.
A los bebés el primer día
hay que sumergirlos
en agua de manzanilla,
limpiar bien su lanugo
y dejarlos reposar en el tobo
hasta que se les arruguen los dedos.
Solo así olvidan el útero
y prefieren quedarse acá.
Esa grasa de recién nacida
la hizo resbalosa
para las manos de la familia.
La muerte es más hábil,
agarró a mi hermana,
lavó su piel con un paño húmedo,