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Por Blas de Otero
Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro…
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.
Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.
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Por Flavio Crescenzi
Hace algún tiempo leí un ensayo —que se presentaba como un diálogo entre dos eruditos contertulios— cuyo título, Nadie acabará con los libros, zanjaba, casi pendencieramente, un debate que durante décadas ocupó un lugar central en los ámbitos consagrados a eso que, con proverbial munificencia, hemos dado en llamar cultura. Los contertulios no eran otros que Umberto Eco y Jean-Claude Carrière, y el tema sobre el cual se debatía (aunque sería más apropiado decir se conversaba), como podrá deducirse, no era otro que el futuro del libro impreso ante el avance de los soportes multimedia de lectura. Pero ¿qué tiene que ver esto con el poeta Rolando Revagliatti? En realidad, no demasiado. Sin embargo, la sutil conexión que puede vislumbrarse es de por sí reveladora.
No hace mucho, Revagliatti decidió llevar adelante una empresa, si se quiere, gigantesca: publicar en formato digital seis portentosos volúmenes de entrevistas a escritores argentinos.1 Anteriormente a esto, sus poemarios Ripio, Infamélica y Viene junto con, por mencionar solo aquellos que he tenido el gusto de leer, ya podían encontrarse en la Web como libros electrónicos. Estos dos hechos, a simple vista aislados, podrían sugerir que Revagliatti, en algún momento, y por razones al parecer circunstanciales, tomó la decisión de apostar por los «soportes multimedia de lectura» para materializar sus diversos proyectos literarios. Lo cierto es que, por fortuna, no fue así.
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Cuando se abre en la mañana.
roja como sangre está.
El rocío no la toca
porque se teme quemar.
Abierta en el mediodía
es dura como el coral.
El sol se asoma a los vidrios
para verla relumbrar.
Cuando en las ramas empiezan
los pájaros a cantar
y se desmaya la tarde
en las violetas del mar,
se pone blanca, con blanco
de una mejilla de sal.
Y cuando toca la noche
blando cuerno de metal
y las estrellas avanzan
mientras los aires se van,
en la raya de lo oscuro,
se comienza a deshojar.
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Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.
Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda. . . y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.
Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno…
Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en la sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.
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Por Pablo Neruda
Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
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Por Mario Benedetti
No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
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Por Silvia Long Ohni
Flor de durazno.
Calandria con su trino.
La luz contempla.
Canta la noche.
Una pluma de cisne
dibuja el aire.
En la retama
nace el canto de un grillo.
Todo verdea.
Bajo los pinos
danzan los caracoles.
Están de fiesta.
El agua canta
y el jilguero acompaña
su serenata.
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Por Frida Kahlo
No te estoy pidiendo que me beses, ni me disculpes cuando pienso que estás equivocado. Ni siquiera te pediré que me abraces cuando más lo necesito. No te pido que me digas lo hermosa que soy, aunque sea mentira, ni me escribas nada hermoso. Ni siquiera te pediré que me llames para decirme cómo fue tu día, ni decirme que me extrañas. No te pediré que me agradezcas por todo lo que hago por ti, ni que te preocupes por mí cuando mi alma está abajo, y por supuesto, no te pediré que me apoyes en mis decisiones. Ni siquiera te pediré que me escuches cuando tenga mil historias que contarte. No te pediré que hagas nada, ni siquiera estar a mi lado para siempre. Porque si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero.
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Por Luis Benítez
La Editorial Leviatán, de Buenos Aires, publicó recientemente una nueva entrega del autor local, que se suma a la extensa trayectoria en el género que acredita Revagliatti desde su inicial Obras completas en verso hasta acá, de 1988. Uno de los poetas argentinos más originales, de más vasta producción y más traducido a otras lenguas de la generación de los ’80.
La feliz iniciativa del sello Leviatán en cuanto a dar a conocer un nuevo título del reconocido poeta argentino Rolando Revagliatti permite a sus numerosos lectores acceder otra vez a una poética siempre renovada, invariablemente sorprendente, cuyas sucesivas rutas de transformación distinguen cabalmente la obra completa de este. Es que Revagliatti comprendió, desde sus inicios, que quedar atrapado en una retórica personal, por muy lograda que ella sea, conduce invariablemente a la autofagia, la repetición y la rutina que acecha en las páginas de otros escritores, incluso los más consagrados.
En vez, Revagliatti propone un universo diferente o visiones distintas de uno solo y suyo, cuyas múltiples regiones parecen no culminar nunca en número ni en originalidad. Esta particularidad de mantenido cambio de discurso y apelaciones de sentido es solo una de las múltiples facetas que lo distinguen y diferencian en el panorama del género en Argentina.
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Por Pablo Neruda
…se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.
Muere lentamente quien hace de la televisión su guía. Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.
Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando esta infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.
Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en si mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante. Muere lentamente, quien abandonando un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.
Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
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