Por María Herrera
Los pétalos de la soledad
impregnan la belleza de su daga,
la respiración pausada…
el polen de la garganta brota.
Los almohadones agobiados
de ser profanados en tumbas
y un todo de vacío empuja
queriendo derrocar las trincheras
débiles del orden para plantar su bandera.
Un todo y la nada,
océanos de cicuta en el aire
y la luz intermitente y la oscuridad tácita
vomitan sus razones para reinar.
Pequeño es mi mundo,
¿cómo fue que se redujo tanto?
El desatino del cántico del espejo
de mi centro
es la única utopía verdadera.