Por Pita Amor

 

Soy vanidosa, déspota, blasfema;
soberbia, altiva, ingrata, desdeñosa;
pero conservo aún la tez de rosa.
La lumbre del infierno a mí me quema.

Es de cristal cortado mi sistema.
Soy ególatra, fría, tumultuosa.
Me quiebro como frágil mariposa.
Yo misma he construido mi anatema.

Soy perversa, malvada, vengativa.
Es prestada mi sangre y fugitiva.
Mis pensamientos son muy taciturnos.

Mis sueños de pecado son nocturnos.
Soy histérica, loca, desquiciada;
pero a la eternidad ya sentenciada.

 

 

Por Rolando Revagliatti

 

La ensoñación adopta lo que le ofrece la realidad.

                             R. K.

 

1.- Rolando Revagliatti: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

Rita Kratsman: Mi primer acto creativo consistió en una participación en un concurso de dibujo y pintura callejero, con un trabajo en acuarela cuando tenía doce años. No podía imaginar entonces que muchos años más tarde, y después de algunas vicisitudes, terminaría yendo al taller de pintura dirigido por el maestro Demetrio Urruchúa. Ahí me quedé durante un tiempo y después de esa experiencia concurrí a otros talleres llevada por el deseo de conocer nuevas técnicas. De cualquier manera, no fue precisamente en la pintura donde me quedé, sino que retomé los estudios musicales que había interrumpido en mi infancia hasta llegar a un profesorado de piano. La poesía, por cierto, fue un secreto que me iba a ser develado más adelante.

Por José Santos Chocano

 

Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!

Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.

Ser río que recorre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.

Por Elena Medel

 

Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa,
mujeres con rostro de epitafio.
Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.

Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.

Por Naizomi Getav

 

Pensaba en la lluvia,
en los charcos,
en mis zapatos mojados...
Pensaba en la existencia
de un ave sin nido,
¿habrá un ave sin nido?

Y la lluvia se hace copiosa,
me moja no sólo los zapatos
¿será un reclamo a mis pensamientos?
Mis dedos entumidos no desean moverse,
la lluvia no desea la paz conmigo.

Vuelvo la mirada a mis zapatos mojados,
mi mente se ha nublado...

De Los narcisos de Naizomi. (México, mayo de 2023)

Por Lágrimas de Condesa

 

Huyen mis mariposas,
Huyen en mis lágrimas, se van nadando en esos ríos profundos
Se me van lastimadas, escapando del dolor
Escapando de su nombre
Se me escapan mis mariposas

Esas que

Revoleteaban en mi estómago alegres
Unas fueron muriendo en desesperanza
Otras sobrevivieron y se escapan en mis llantos.

 

Busco poeta


que sea fan de mis libros favoritos
que se apasione con el aroma de café y el libro añejo.

Busco poeta
que le dé sentido a esta olvidada tinta
que vuele junto a mis alas
camine a mi lado siendo locos soñadores.

Por Jorge L. Borges

 

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra”.

Por Federico García Lorca

 

Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más; yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.

 

Por Julio Cortázar

 

Creo que las cosas imposibles se pueden conseguir, que los besos con los ojos cerrados son los únicos que cuentan, que las heridas no siempre cierran, y que todo el mundo se enamora alguna vez.
     Creo que quien te quiere se queda, que tiene más cuenta buscar a alguien que limitarse a esperarle, y que si no luchas por esa persona luego no puedes ir llorando por los rincones.
     Creo que nos empeñamos en hacer las cosas más difíciles de lo que son. Creo que un mundo mejor es posible, y sobre todo creo en las personas que luchan para conseguirlo.
     Creo que después de llorar siempre hay quién te saca una sonrisa. Creo que hay que disfrutar del ahora. Creo en el destino, y creo que nosotros mismos lo elegimos".

 

Por Mario Benedetti

 

Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia. Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.
      Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos —de la mano o del brazo— tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.