Por Taimi Blanco Ruíz

 

Hombre de lunes infinitos,
caminante del ser,
atleta de los sentimientos.
Cabalga puntas de pétalos contra tempestades
también llora... mira la luna,
teme a su lobo aún no domesticado ante los perdones e injusticias.
Hombre de alas de cera,
hacedor de la luz,
hermoso ángel de silencios.
Un hombre se santifica,
sueña con las puntas de las alas...
cada roce en el vertiginoso vuelvo descubre mundos,
desata la  libertad entre los nudos del aire,
pluma a pluma entreteje en espirales la luz.

Dice: “...Yo conozco mi tierra, la ciudad que me habita.
Los sueños envejecen en las ventanas,
harapos de tristeza cuelgan en los tendederos,
las sonrisas,
muecas rudimentarias”. 
Entonces...
necesita creerse ave,
atravesar el azul con la credibilidad de un niño.
Ser otra vez niño para reencarnar en su presente,
ser Ala de Monte, Espuma y Sol.
También...
una canción-susurro entre las rendijas de la brisa...
o tan llano como un hombre simple,
al que la tierra bebe del sudor de su frente.
Pero...
su corazón deambula,
                                  sonámbulo
por los atardeceres de playas vecinas,
por los parques alumbrados
con jardineras de tulipanes,
el Café de Flore...
por calles, templos-montañas,
cielos...
Entonces... sueña...
sueña como un niño.


Del poemario, La  última visita).