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Por Julio Cortázar
Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré, amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
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Para dar vida a Charlot, Chaplin consiguió movimientos únicos e inimitables. Y es que gracias a este vagabundo con andares de pato, Chaplin recibió el reconocimiento generalizado de la industria del cine y aún hoy, lo sigue recibiendo. Con una vida dedicada por completo al cine, Chaplin recibió numerosos premios y reconocimientos entre los que destaca su premio Oscar honorífico en 1972, por su “incalculable aportación al mundo del cine”. En 1975, fue nombrado caballero de la Orden del Imperio Británico, pasando a ser a partir de entonces, Sir Charles Spencer Chaplin, si bien en su lápida de la localidad suiza de Vevey, donde murió en 1977 a la edad de 88 años, se puede leer simplemente Charles Chaplin. Nunca llegó a desvelar sus métodos de filmación, ya que según argumentaba, sería como si un mago arruinara su propia ilusión. Tampoco solía escribir guiones completos hasta que comenzó a hacer películas sonoras y era habitual que sus producciones se retrasaran si no se sentía con ideas. Chaplin se tomaba un descanso parando la filmación varios días y manteniendo el estudio listo para cuando le volviera la inspiración, una forma de mantener el riguroso perfeccionismo que buscaba para todas sus películas. Muchos le atribuyen al actor la famosa frase “un día sin risa es un día perdido”, y si esa era su idea, Chaplin lo consiguió muchas veces, pues su personaje tenía la particularidad de denunciar los problemas de la sociedad más negra en plena Primera Guerra Mundial con una chispa extraordinaria.Tiempos Modernos, Luces de la Ciudad, La Quimera del Oro, El Gran Dictador, Candilejas, El Chico... ¿Cómo es posible que una película de 68 minutos, realizada hace cien años y que habla sobre un joven vagabundo, haya conseguido escribir su nombre con letras de oro en la historia del cine?
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Por Oscar Wilde
Schopenhauer ha estudiado el pesimismo; pero Hamlet es quien lo inventó. El mundo se ha vuelto triste porque, en el pasado, una marioneta fue melancólica. El nihilista, ese extraño mártir que no tiene fe, que va a la hoguera sin entusiasmo y muere por lo que no cree, es un producto puramente literario. Fue inventado por Turguénev y completado por Dostoievski. Que Robespierre salió de las páginas de Rousseau es tan cierto como que el Palacio del Pueblo se levantó sobre los restos de una novela. La literatura se adelanta siempre a la Vida. No la copia, sino que la modela a su antojo. El siglo XIX, tal como lo conocemos, es en absoluto una invención de Balzac.
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Por Priscilla Bozjak
Fuera furia o si fuera fiera
quisiera o quiero que la quisieras,
ya suenan sienes, si aquellas suenan,
quisiera o quiero que afuera fueras.
El alma al arma, alarma al alma,
furia fuera o si fuera fiera
quisiera o quiero que aquí la quieras,
aunque el alma al arma, furia fuera.
Tomado de las redes (N. del E.).
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Por Naizomi Getav
Al atardecer, mi cuerpo se ha vuelto pesado;
Te miran los ojos de este querer, te besa mi boca con la lentitud de un caracol al que la fatiga dejó embarrado en alguna flor del jardín.
...Supongo entonces, que el sol es acérrimo enemigo de un caracol.
Mi querer lento te abraza hasta quedarse dormido en el infierno de tus brazos.
De Los narcisos de Naizomi. México. 21 de junio de 2023. (N. del E.).
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Por Naizomi Getav
Hojas de mi cuaderno;
agenda desgastada,
vieja, pasada.
...naturaleza arrastrada por los vientos,
¡pobre, por fortuna murió ayer,
justo detrás del atardecer!
Naturaleza muerta junto a la dicha de un hombre nacido de probeta...
"Las manos del día" de Neruda,
es suavidad a la vida cruda.
Vuelen las hojas secas hasta mis manos,
vuelen bugambilias, alegría de risa fucsia, vuelen, vuelen...,
balancea el aire sus cuerpos muertos.
De: Los narcisos de Naizomi. (México, junio 19, 2023). (N. del E.).
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1.- Rolando Revagliatti: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
Alejandro Méndez Casariego: Supongo que, más allá de algunos monigotes que representaban a mi familia y mi casita, lo primero destacable fue un poema que escribí a los siete años, y del cual creo que aún conservo una copia que mi madre pasó a máquina en aquella época. Se llamaba “La tristeza de los nidos”. Trataba de describir el sufrimiento de una madre pájaro al encontrar destruido el nido en el que había dejado a sus pichones. Literalmente, una lágrima. Años más tarde, a los doce, escribí un poema basado en una experiencia personal que me cambió definitivamente en más de un sentido. Por primera vez, sentí que quería a alguien más que a mí mismo. Eso es, para mí, la enseñanza del amor adolescente. Escribí un poema al que llamé, más tarde, “La chica de la polio”. Muchas décadas después lo retoqué un poco, y aún lo leo.
2.- RR: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
AMC: Para ser preciso, diría que me llevo bien con la lluvia torrencial, descontrolada, salvaje, pero muy mal con la lluvia persistente, rala, molesta e interminable de la ciudad. La velocidad no me seduce. Con la sangre tengo una relación natural; soy de los que miran cuando le clavan la aguja para una extracción, pero no de los que se succionan la sangre de la herida con placer. Con las contrariedades también tengo una relación natural: las odio.
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Caminaban en forma paralela, acompasada, lenta. Ella le pasaba el brazo alrededor del suyo. Solían caminar todas las tardes por el centro de la ciudad, la mujer vestía pantalón con saco; su cabello pintado de tono rojizo, le llegaba más abajo de los hombros; y él, invariablemente, portaba una gabardina beige. Frisaban los sesenta años; en apariencia, nada los perturbaba en aquella ciudad tranquila donde casi todos se conocen. Venían de una colonia cercana a la Catedral, a los cafés de los centenarios portales. Nunca cruzaban una sola palabra. La mesa de ellos los esperaba, si estaba ocupada, el hombre hacía una mueca de disgusto y miraba a través de sus lentes a la mujer y le señalaba otra mesa. Parecían raros. Los muchachos de aquel entonces cuchicheaban y volaban su imaginación, decían que eran mudos, pero que cuando se acercaba el mesero para tomarles su orden los dos hablaban. Una vez que eran atendidos, se les veía beber su café en total silencio. En ocasiones pedían un pedazo de pastel. Así pasaban muchas horas, viendo a la gente sin emitir comentario alguno, solo sus miradas se encontraban en una total comprensión. Era como si las palabras sobraran, lo mismo ocurría cuando caminaban juntos. En la época de lluvias se les veía salir hacia los portales; él sostenía en sus manos un paraguas negro que cortésmente cubría a los dos. Se podría pensar que, al no hablar entre ellos, simulaban una pareja dispareja, sin compenetración alguna. Sin embargo, se les veía compartir una unión casi perfecta en sentimientos, gustos, formas de vida y amor.
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Por Juana Bignozzi
Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.
Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra en mis planes.
Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación.
Tomado de: “Molinos de viento” (nº 51). Boletín de Artes y Letras-Marzo 2023. (N. del E.).
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Por John Lennon
Realmente no quiero que me vean como un cínico. Los periodistas se hicieron una idea de mi personaje a partir de mis libros y mis declaraciones. Odio las etiquetas. Soy un poco cínico, pero no cínico. Puedo ser burlón hoy, cínico mañana e irónico al día siguiente. Soy cínico sobre lo que se da por sentado: la sociedad, la política, los periódicos, el gobierno, pero no la vida, el amor, la bondad, la muerte. Paul era muy cínico y mucho más sarcástico que yo cuando estaba cabreado. Por supuesto, tiene más paciencia, pero cuando estalla, podría asediar instantáneamente a cualquiera. Te clava los clavos directamente en la frente, sin querer andar por las ramas, ese es Paul.
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