Por María Calcaño
Una gran desnudez:
mi cuerpo
y la noche…
¡Pero sueño en el alba!
Alba:
abertura de sangre
y de alas.
Y el pájaro
dueño del bosque
con un trino…
¡La vida
es este montón de tierra fértil!
El hombre
y yo
somos la quimera.
Dios
en su grave verdad.
Y sobre nosotros
como una maldición
esta sombra monstruosa…
El sueño vivo
¡Hombre! ¿Qué me has hecho?
¿Qué me diste de beber en un beso
que tengo en el pecho
alegría y dolor?
Soñar y solar…;
pero estar despierta
y aturdida
de este hondo placer doloroso.
Y estoy de rodillas
con llanto
sobre las mejillas.
Salobre,
como un puerto nuevo
que golpea el mar!
Grito indomable
Cómo van a verme buena
si me truena
la vida en las venas.
¡Si toda canción
se me enreda como una llamarada!
y vengo sin Dios
y sin miedo…
¡Si tengo sangre insubordinada!
Y no puedo mostrarme
dócil como una criada,
mientras tenga
un recuerdo de horizonte,
un retazo de cielo
y una cresta de monte!
Ni tú, ni el cielo
ni nada
podrán con mi grito indomable.
De Alas fatales (1935).