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Por Antonio Machado
A Federico García Lorca
I
El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle a la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—.
… Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, ¡en su Granada!…
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Por Manuel Scorza
América,
a mí también debes oírme.
Yo soy el estudiante
que tiene un solo traje y muchas penas.
Yo soy el desterrado
que no encuentra la puerta en las pensiones.
Te digo que en las calles
y en las azoteas y en las cocinas,
y al fin de cada día y en mi pecho,
algo está muriendo.
Escúchame:
Yo soy el desterrado,
yo vagué por las calles
hasta que los perros
lamieron mi amor desesperados.
¡Acuérdate de mí!
Hay días que no tengo ganas
de ponerme los ojos,
días en que hasta los pájaros
se pudren a la mitad del vuelo.
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1.- Rolando Revagliatti: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
Alejandro Méndez Casariego: Supongo que, más allá de algunos monigotes que representaban a mi familia y mi casita, lo primero destacable fue un poema que escribí a los siete años, y del cual creo que aún conservo una copia que mi madre pasó a máquina en aquella época. Se llamaba “La tristeza de los nidos”. Trataba de describir el sufrimiento de una madre pájaro al encontrar destruido el nido en el que había dejado a sus pichones. Literalmente, una lágrima. Años más tarde, a los doce, escribí un poema basado en una experiencia personal que me cambió definitivamente en más de un sentido. Por primera vez, sentí que quería a alguien más que a mí mismo. Eso es, para mí, la enseñanza del amor adolescente. Escribí un poema al que llamé, más tarde, “La chica de la polio”. Muchas décadas después lo retoqué un poco, y aún lo leo.
2.- RR: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
AMC: Para ser preciso, diría que me llevo bien con la lluvia torrencial, descontrolada, salvaje, pero muy mal con la lluvia persistente, rala, molesta e interminable de la ciudad. La velocidad no me seduce. Con la sangre tengo una relación natural; soy de los que miran cuando le clavan la aguja para una extracción, pero no de los que se succionan la sangre de la herida con placer. Con las contrariedades también tengo una relación natural: las odio.
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Por Maria Herrera
Se agigantó el viento
de sus boreales sueños
de águila indómita
y fui ave ya crecida
enfrentando a los más increíbles desafíos
y mi alma creció
en el huracán de la locura.
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Por Julio Cortázar
Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle,
en el murmullo que brota de noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia
los completos de los subtes,
ni en los libros prestados
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original
de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré, amor mío,
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
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Por John Lennon
Realmente no quiero que me vean como un cínico. Los periodistas se hicieron una idea de mi personaje a partir de mis libros y mis declaraciones. Odio las etiquetas. Soy un poco cínico, pero no cínico. Puedo ser burlón hoy, cínico mañana e irónico al día siguiente. Soy cínico sobre lo que se da por sentado: la sociedad, la política, los periódicos, el gobierno, pero no la vida, el amor, la bondad, la muerte. Paul era muy cínico y mucho más sarcástico que yo cuando estaba cabreado. Por supuesto, tiene más paciencia, pero cuando estalla, podría asediar instantáneamente a cualquiera. Te clava los clavos directamente en la frente, sin querer andar por las ramas, ese es Paul.
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Por Alfonsina Storni
Quiero un amor feroz de garra y diente
que me asalte a traición en pleno día,
y que sofoque esta soberbia mía,
este orgullo de ser todo pudiente.
Quiero un amor feroz de garra y diente
que en carne viva inicie mi sangría,
a ver si acaba esta melancolía
que me corrompe el alma lentamente.
Quiero un amor que sea una tormenta,
que todo rompe y lo remueve todo
porque vigor profundo la alimenta.
Que pueda reanimarse allí mi lodo,
mi pobre lodo de animal cansado,
por viejas sendas, de rodar, hastiado.
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Por Priscilla Bozjak
Fuera furia o si fuera fiera
quisiera o quiero que la quisieras,
ya suenan sienes, si aquellas suenan,
quisiera o quiero que afuera fueras.
El alma al arma, alarma al alma,
furia fuera o si fuera fiera
quisiera o quiero que aquí la quieras,
aunque el alma al arma, furia fuera.
Tomado de las redes (N. del E.).
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Para dar vida a Charlot, Chaplin consiguió movimientos únicos e inimitables. Y es que gracias a este vagabundo con andares de pato, Chaplin recibió el reconocimiento generalizado de la industria del cine y aún hoy, lo sigue recibiendo. Con una vida dedicada por completo al cine, Chaplin recibió numerosos premios y reconocimientos entre los que destaca su premio Oscar honorífico en 1972, por su “incalculable aportación al mundo del cine”. En 1975, fue nombrado caballero de la Orden del Imperio Británico, pasando a ser a partir de entonces, Sir Charles Spencer Chaplin, si bien en su lápida de la localidad suiza de Vevey, donde murió en 1977 a la edad de 88 años, se puede leer simplemente Charles Chaplin. Nunca llegó a desvelar sus métodos de filmación, ya que según argumentaba, sería como si un mago arruinara su propia ilusión. Tampoco solía escribir guiones completos hasta que comenzó a hacer películas sonoras y era habitual que sus producciones se retrasaran si no se sentía con ideas. Chaplin se tomaba un descanso parando la filmación varios días y manteniendo el estudio listo para cuando le volviera la inspiración, una forma de mantener el riguroso perfeccionismo que buscaba para todas sus películas. Muchos le atribuyen al actor la famosa frase “un día sin risa es un día perdido”, y si esa era su idea, Chaplin lo consiguió muchas veces, pues su personaje tenía la particularidad de denunciar los problemas de la sociedad más negra en plena Primera Guerra Mundial con una chispa extraordinaria.Tiempos Modernos, Luces de la Ciudad, La Quimera del Oro, El Gran Dictador, Candilejas, El Chico... ¿Cómo es posible que una película de 68 minutos, realizada hace cien años y que habla sobre un joven vagabundo, haya conseguido escribir su nombre con letras de oro en la historia del cine?
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Por Naizomi Getav
Me enamoré de un mirar,
de un par de hoyuelos,
del eco de una risa.
Me enamoré de una mano,
de una canción,
de una tristeza,
de una lágrima sin prisa.
Me enamoré de un enojo,
de una necedad
(¡hay mi madre, vaya necedad!),
de un buen humor,
de una pasión.
Me enamoré de un desorden,
de un andar,
de unos labios,
de un libro,
de un cabello,
de un lunar.
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