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Las cosas y los lugares se hacen viejos,
van perdiendo encanto,
hasta su olor cambia.
Los años y el recuerdo son opositores,
regresamos a espacios vividos.
No los reconocemos.
Al poeta le asiste la razón:
“A los lugares donde fuimos felices no debemos volver.”
Ellos nos sienten como extraños,
intentamos hablarles,
revivir los momentos,
la magia,
lo subyugante del pasado,
el hechizo ya no es,
todo ha cambiado.
Tal vez sea yo,
no obstante, persisten,
con rostro cansado,
brazos cenizos,
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Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. “Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre”, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Esta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión. Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
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1.- Rolando Revagliatti: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba? 2.-: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
Roberto D. Malatesta: Mi primer acto de creación o de iniciación, lo he escrito en un poema de La estrella roja y otros poemas. La tormenta era inminente, yo era un chico de seis o siete años, pero tenía miles de años de antigüedad, ya comenzaba a soplar el viento y se sentía ese olor a Dios que la lluvia, entre otros elementos, trae. La calle era un río de tierra, era el barrio de mi abuela, en el mío también eran de tierra las calles, yo sentí ese llamado, el viento, la tormenta, la pronta llegada de la lluvia que pone al cielo a nivel de las manos y el rostro. Algo se disparó en mí, y me lancé a la calle a revolcarme, daba vueltas y vueltas en el polvo, no sé qué era aquella danza, fundirme con los elementos, ser uno en la creación, comulgar. Si hoy no lo entiendo completamente, menos en aquella oportunidad.
Me fue mal, una vecina me vio y le contó a mi mamá, sin protestas la dejé aplicar su correctivo, ¿qué argumentar en mi defensa?
3.- RR: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?
RDM: La inspiración, no, no se ve, fluye, abre la puerta, invita a la fuga. Volvemos, si te quedás de ese lado enloquecerías totalmente. De chico, uno casi que vivía inspirado, pero te enseñan a rechazar la invitación. Existe.
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Por Ixchel Arezcan
Me pregunto si ya me olvidaste,
porque yo aún te recuerdo.
Te tengo tan presente en cada
canción, en cada suspiro y
en cada susurro del viento.
Si aún me recuerdas
solo tienes que decirlo,
para correr a tu encuentro.
Pero si ya me olvidaste
entenderé que solo fuimos
un momento.
México, 24-05-2023
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…a veces en la tarde los empaña
el hálito de un hombre que no ha muerto.
Jorge L. Borges
Un día de verano llegó a mi casa, lo trasladaron dos hombres. Es imperfectamente ovalado, hecho en bronce, lo decoran bajos relieves y en la cúspide tiene flores que albergan un fino espejo, forma parte de un mueble llamado consola, entre ellos rivalizan por su clásica belleza. No es el de Blancanieves ni el notable espejo pincelado de Jan Van Eyck. Es un reflejo etéreo, infinito, de múltiples voces, con rostros eternos atrapados en el espejo plano que refleja la luz.
Lo colocaron en el pasillo que desemboca a la estancia-sala. En pocos días se integró como un miembro más de la familia. Para todos resultaba imprescindible. La primera vez que me vi en ese nitrato de plata, miré a una adolescente con cabello negro y lacio, sus grandes ojos fueron absorbidos por la luz reflejada en el lago. Los espejos guardan secretos y caras con gestos buscando una respuesta; tal vez sí la encontramos, por eso continuamente buscamos nuestra imagen.
A lo largo de muchos años, el habitante del pasillo soñó, platicó, amó, entristeció, festejó, oró, como todas las voces que se posaron en él; infinidad de expresiones familiares y ajenas. Él envejeció, está cansado, ahora está conmigo.
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Por Ixchel Arezcan
Brindo por ti y lo que hoy no somos
por lo que fue y lo que nunca seremos
por esas veces en que te pienso y no te pienso
por esos días en que te sueño hasta despierto
y esas noches en que sin ti aún sobrevivo
brindo bebiendo tu recuerdo
en copas impregnadas de tristeza.
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Yo amo las noches de lluvia. Son de una intimidad intensa y dulce como si nuestra casa se convirtiera, de pronto, en el único refugio tibio e iluminado del universo.
Los objetos que nos rodean adquieren una familiaridad más afectuosa y más honda; la luz parece más límpida; el fuego, la mecedora, los ovillos de la lana, el lecho, las mantas, todo es más nuestro y más grato.
La alcoba, realmente, se convierte en nido, en nido caliente y claro y sereno, en medio del viento gruñidor, de la lluvia furiosa o mansa, del frío que hace acurrucar cabeza con cabeza a las parejas de pájaros. Me imagino mi casa, entonces, como un pequeño y vivo diamante apretado entre el puño de un negro gigantesco. ¡Qué beatitud!
Hago por no dormirme para gozar esas horas de gracia propicia al ensueño y al amor. Pero a veces, también, me asalta de pronto la visión de pobres ranchos agujereados, de chicos friolentos, de mujeres que no tienen como yo una casa tibia ni abrigada cama blanda y para quienes estas noches así son un suplicio. Y entonces sí, me esfuerzo por dormir. Ya que no puedo remediar yo sola su infinita miseria, les doy el sacrificio de la conciencia de mi bienestar. Me duermo, me duermo, avergonzada de paladear un gozo que atormenta a millares de seres humanos.
Tomado de El cántaro fresco (1920).
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Por Walt Whitman
Aprovecha el día.
No dejes que termine
sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz,
sin haber alimentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie
te quite el derecho de expresarte,
que es casi un deber.
No abandones tus ansias
de hacer de tu vida
algo extraordinario...
No dejes de creer
que las palabras y la poesía, sí pueden cambiar al
mundo;
porque, pase lo que pase, nuestra esencia está intacta.
Somos seres humanos llenos de pasión,
la vida es desierto y es oasis.
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Hugo, un ladrón que sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana, la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli, su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos trucos de magia. Hugo piensa: «¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien aquí?» Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación, pues el marido —lo sabe porque los ha espiado— no regresa de su viaje de negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque sin música no puede vivir.
A Ana, preocupada por Pauli, mientras prepara la cena se le ocurre algo para sacar al tipo de su casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono, la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y. mientras escuchan al gran Benny cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos.
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Por Maria Herrera
Tú, eres responsable de la ambrosía de mi cuerpo
al que exploras entre lo sutil y montaraz,
eres la perfecta odisea en mi silueta,
donde tus aventuras me desbordan de pasión,
deseo que seas mi Poseidón…
dueño de mis mares, causante de mis elíxires,
el marino que bucea en mis humedades
saciando sus deseos y aumentando los míos,
porque solo tú conoces mi debilidad.
Regálame tu dicha, vuélvete el Dios de mis néctares,
agita hasta lo más profundo de mis anhelos terrenales,
inquieta mis carnes con tu lengua,
humedéceme como tú sabes,
y que sea ella, el tridente de tu reinado
provocando manantiales caóticos
en mi completa humanidad.
Concibe la calma a mi lujuria,
termina tus propósitos en mi cuerpo, en mi sexo…
y cuando lo hagas, te invito a ser mi Poseidón
una y mil veces más.
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