Por María Herrera
La noche no cesa su oscuridad
ni aun entre los rayos áureos.
Las culpas exoneradas
del planeta de tus fábulas rotas
y mis yo, deambulan en ruta incierta.
Busco porqués entre tu espiral que,
sin retorno,
los labios enrojecidos de fatiga
enuncian entre murmuraciones:
¿roca, corazón?
Heme aquí,
en el nido de tu verdad de nudo:
¿Gitano es tu corazón con piel de roca?
No.
Tú, eres del palpitar de roca;
roca corazón.