Por Nicolás Águila
Hace un año el Cristo Redentor de Río se iluminó de amarillo y verde, que son los colores de la bandera brasileña, los de la camiseta del N.º 10, que en realidad era el número uno, el number one sin discusión, el tricampeón mundial que fue y sigue siendo, que es y será. El Rey indiscutible, O Rei tres veces coronado, el rapaz que cambió el fútbol y lo convirtió en un espectáculo comercial (si señor, ese es su gran mérito, no coman tanto cuento), el que impuso el “jogo bonito”', juego lindo como el samba carioca, el mejor deportista del siglo XX, así declarado en el año 2000 por el Comité Olímpico Internacional. Una leyenda, un mito, pero sobre todo un señor, incapaz de llamarle bobo a un adversario. El mundo lamentó su pérdida, lo lloró su madre Celeste a sus cien años, lo lloró todo el pueblo brasileiro. Había muerto Edson Arantes do Nascimento, pero seguía vivo y sigue reinando el gran Pelé, the one and only.