Por Elsie Carbo
En mi pueblo, que como todos saben es Cumanayagua, había un solo cine, Arimao, y cuando en medio de la película se trababa el proyector y la sala quedaba al garete, la gente le gritaba al proyeccionista: ¡Cojo, cabrón, suelta la botella...! y ya ustedes tendrán una idea del porqué el trabajo del cojo no quedaba bien, pero nunca pasaba de unos cuantos gritos y risotadas, hasta aquel lamentable episodio dantesco donde fue arrastrado sin piedad calle abajo por echar a perder el rollo en medio de una película espectacular que medio pueblo varonil estaba esperando, que era nada menos que un filme de aquellos donde actuaba la famosa vedette Tongolele, muy alabada por sus curvas y recurvas y que algunos románticos cinéfilos de aquel entonces recordarán, si es que aún están vivos.
Es parte de la leyenda oral recogida en la memoria; pero realmente confieso que eso hubiera querido hacer yo hoy martes con el proyeccionista de la novela turca de las tres de la tarde, porque tal parece que el compañerito comenzó temprano la juerga con el ron de fin de año.