Por Mayda Palazuelos
Atravieso las olas desafiantes
mientras vivo el tiempo en solitario.
Vivo, alígera, a tu sirena que emana
de su garganta como un quejido de mar.
Tu sirena está asustada entre la arena y la sal.
Por tenerte alguna vez,
la plata en oro regresó, la luna la vuelvo dorada
y un puente lo vuelvo amor.