Por Julio Cortázar

A G.H., que me contó esto con una gracia que no encontrará aquí.

¿Cuándo lo había visto desnudo por última vez?

Casi no era una pregunta, usted estaba saliendo de la cabina, ajustándose el sostén del bikini mientras buscaba la silueta de su hijo que la esperaba al borde del mar, y entonces eso en plena distracción, la pregunta pero una pregunta sin verdadera voluntad de respuesta, más bien una carencia bruscamente asumida: el cuerpo infantil de Roberto en la ducha, un masaje en la rodilla lastimada, imágenes que no habían vuelto desde vaya a saber cuándo, en todo caso meses y meses desde la última vez que lo había visto desnudo; más de un año, el tiempo para que Roberto luchara contra el rubor cada vez que al hablar le salía un gallo, el final de la confianza, del refugio fácil entre sus brazos cuando algo dolía o apenaba;

Por Alberto Luis Ponzo

Desde las manos salgo.
Mis palabras son uñas
sobre la tierra, dedos
torpes y fatigados.

Desde ellas
siento lo que sucede
y me sostengo para mirar,
cavar secretamente el horizonte,
empezar a creer en lo que digo.

Por Niels Hav

La palabra guerra está prohibida en Rusia,
afortunadamente.
Palabras como ansiedad, gritos y bombas
deberían estar también prohibidas.

La cosa más tonta es pensar.
La palabra invasión ya ha sido eliminada.
El número de las bajas del ejército no existe.
No hay que mencionar el llanto de los soldados.

Por Juan Rulfo

Los pies del hombre se hundieron en la arena, dejando una huella sin forma, como si fuera la pezuña de algún animal. Treparon sobre las piedras, engarrufiándose al sentir la inclinación de la subida, luego caminaron hacia arriba, buscando el horizonte.

"Pies planos --dijo el que lo seguía--. Y un dedo de menos. Le falta el dedo gordo en el pie izquierdo. No abundan fulanos con estas señas. Así que será fácil."

La vereda subía, entre yerbas, llena de espinas y de malas mujeres. Parecía un camino de hormigas de tan angosto. Subía sin rodeos hacia el cielo. Se perdía allá y luego volvía a aparecer más lejos, bajo un cielo más lejano.

Por Rodica Grigore

En un interesante estudio titulado Death Without Weeping (Muerte sin llanto – 1989)[1], Nancy Scheper-Hughes analizó en detalle, desde una perspectiva antropológica, las fuerzas que determinaron y mantuvieron el subdesarrollo y la pobreza en Brasil y en el continente latinoamericano en general. Especialmente durante el último siglo, muchos ámbitos (barrios, ciudades o regiones enteras) faltan de perspectiva y esperanza, y esta realidad es determinada en gran medida por la violencia manifestada en todas sus formas en este mundo, pero también de algunas de sus consecuencias, entre las que destacan el desarraigo, el exilio

Por Silvia Zárate

Carga en su espalda la ancestral tristeza del oprimido,
en la sangre le corren ríos de mestizaje que lo laceran,
sus pies agrietados se confunden con los de la tierra,
heridas secas como su esperanza.
Las manos curtidas de trabajar la madre tierra
no esperan nada.
Porta en sus ojos negros dos recias obsidianas
herencia de los antiguos mexicanos.
La sangre le hierve ante la injusticia
y emula al gran Cuauhtemoc.

Por Rolando Revagliatti

Una anciana baja al pavimento y vuelve a subir a la vereda, sosteniéndose en un Ford Falcon bordó estacionado sobre J. A. Pacheco de Melo (y casi avenida Pueyrredón). El semáforo está descompuesto. Muchos taxis ocupados. Otra anciana, aferrada a una mujer con anteojos ahumados, cruza Pacheco de Melo, y recién entonces la primera, la amedrentada, emprende el esfuerzo superior de cruzar, más bien descuajeringándose.

Hoy, en análisis, me quedé en el repaso sustancioso y pormenorizado de mis padecimientos físicos. Y en que ayer conocí al médico de la familia de Susy, especialista en huesos. Le llevé las radiografías de espalda y rodilla derecha que me saqué a fines de septiembre por indicación del traumatólogo de la obra social, quien, además, determinara tratamiento kinésico en base a masajes, onda corta, ultrasonido, lámpara y ejercicios.

Por Rolando Revagliatti

Alberto Luis Ponzo 121.- Rolando Revagliatti:Quienes deseen saber más de vos, Alberto, tendrán posibilidades si te buscan en la Red. Encontrarán muestras de tu poesía, otros reportajes y videos. Y podrán advertirte en fotografías con tu esposa y compañera de más de seis décadas, Alba Correa Escandell (1918-2008), de nacionalidad uruguaya, que además de profesora universitaria fue poeta y narradora. ¿Nos referimos a ella?

Por Edgar Allan Poe

Había yo soportado hasta donde me era posible las mil ofensas de que Fortunato me hacía objeto, pero cuando se atrevió a insultarme juré que me vengaría. Vosotros, sin embargo, que conocéis bien mi alma no pensaréis que proferí amenaza alguna. Me vengaría a la larga; esto quedaba definitivamente decidido, pero, por lo mismo que era definitivo, excluía toda idea de riesgo. No sólo debía castigar, sino castigar con impunidad. No se repara un agravio cuando el castigo alcanza al reparador, y tampoco es reparado si el vengador no es capaz de mostrarse como tal a quien lo ha ofendido.

Por María Pizarro

poema 1

A todas las distancias fui.
En todas las estaciones
apagué un cigarro,
mientras desvanecían los recuerdos
y te borraba.
Iba y venía de tu agenda
a la papelera,
de tu corazón a mi olvido,
constante en el viaje:
me llaman soledad.