Desafiando soledades
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En la inmensidad serena
Luis Gómez
Es sabia la luna llena,
porque nace entre esplendores
y hace brillar los colores
en la inmensidad serena.
Desde una nube encadena
senderos de la visión,
y matiza en ilusión
la sombría soledad.
La tristeza no es verdad
si la luna es un timón.
Ese cielo en tela gris
es soledad en la luna,
y un espectro sin fortuna
si enrarece su matiz.
Pero en noches sin desliz
no habrá soledad ajena,
porque deshace la pena
con su cáliz labrador:
la luna es faro de amor
en la inmensidad serena.
El ceramista y la samsara
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Por Félix Corona
1
El grito persiste al amanecer
de página en reverso
y gotea sepia techumbre,
tiene días de sol
como los tiene de lluvia.
2
Canta la tarde frente al horno
con manierismo de obturador,
captura ese gesto
de la arcilla que se niega al soplo,
génesis malforme
que ni se levanta
ni anda.
Es el rito quién define
y no alaridos
de cerámica enjaulada
tras lo ahora inmutable.
I believe in God, but not as one thing…
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By John Lennon
I believe in God, but not as one thing, not as an old man in the sky. I believe that what people call God is something in all of us. I believe that what Jesus and Mohammed and Buddha and all the rest said was right. It's just that the translations have gone wrong.
Creo en Dios, pero no como una sola cosa…
Por John Lennon
Creo en Dios, pero no como una sola cosa, no como un anciano en el cielo. Creo que lo que la gente llama Dios es algo que está en todos nosotros. Creo que lo que dijeron Jesús, Mahoma, Buda y todos los demás era correcto. Es solo que las traducciones han fallado.
Visión de otoño
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Por Miguel Arévalo
Es una isla lejana el otoño
cubierta por un manto de hojas secas y amarillas
una canción de amor en la memoria
una triste melodía de trinos oscuros
en la desnuda arboleda de la tarde.
Otoño, un sol ámbar, frías paredes de lluvia
y árboles que lloran hojas secas
sobre los campos sombríos.
Canta un frío viento entre ramas de sauces
entre árboles dorados del ocaso
canta un petirrojo en el parque
en el viento sus trinos
su breve relámpago en el cielo.
Súbita imagen entre danzantes pinos
Umbrales
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A Gabriela Bosh Isasi,
eternamente.
Desde una esquina del viernes
la maestra y el niño se han mirado,
¡con qué irremediable costumbre!:
como la pizarra y el pupitre,
como las horas y las memorias,
como el tiempo.
Y saltan
las palabras, en fin, saltan
desde el inconfundible orgullo de la tiza
a la blanca caricia minuciosa que desdibuja
el rumbo fugaz, prudente,
de la penumbra que me anuda los ojos;
que descansa y me habla luego,
como si esas manos desnudas sobre mi sien
fuesen las poderosas sonrisas del idioma
o el pañuelo hondo que me abraza
y no encuentro.
Borges-Neruda
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Se encontraron en 1927, a comienzos de julio, cuando Neruda, de paso por Buenos Aires, se dirigía a Rangún para hacerse cargo del Consulado de Chile. El diálogo resultó disparatado y lógico al mismo tiempo. Eran dos jóvenes poetas ya consagrados a nivel local, de países colindantes, pertenecientes a una misma generación. Existía entre ambos cierto paralelismo y coetaneidad. Lanzaron en 1923 su primer libro de poemas. Neruda, Crepusculario, y Borges, Fervor de Buenos Aires. Después, en 1924, el chileno publicó Veinte poemas de amor y una Canción Desesperada, y en 1925 Tentativa del hombre infinito; Borges, por su parte, ese mismo año dio a conocer su Luna de Enfrente y los ensayos de Inquisiciones, y al siguiente El tamaño de mi esperanza. Simultáneamente Neruda publicó una novela breve, El habitante y la esperanza y Anillos, prosa poética en colaboración con Tomás Lago.
En aquel tiempo Neruda estaba escribiendo los primeros poemas de Residencia en la Tierra. Borges, cinco años mayor, era ya una figura visible en los círculos literarios porteños como poeta, ensayista, crítico y colaborador de revistas. Recordó dicho encuentro cuarenta y un años más tarde en una entrevista con Richard Burgin.
—Lo he visto una vez —dijo—. Y ambos éramos muy jóvenes entonces. Hablamos de la lengua española. Llegamos a la conclusión de que no se podía hacer nada con ella, porque era una lengua torpe, y yo dije que esa era la razón por la que nadie había logrado nada de ella y contestó: “Bueno, claro, no existe la literatura española, ¿verdad?” Y yo dije: “Claro que no”. Y seguimos hablando así. En fin, una especie de broma. (40)
Consideraciones en torno a Póstuma desde mi sepultura
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Por Orlando Víctor Pérez Cabrera
Le hablo a mis reflejos, a mis atormentados demonios del pasado…
María Herrera
Por el éter me llegó, viajando a la velocidad de la luz desde el sur hacia el norte, desde del Continente Sudamericano, para anclarse en una isla caribeña. Llegó por el milagro de la Internet, desde Metán, Salta, en la Argentina, hasta Cumanayagua, ubicada en el centro-sur de Cuba, bautizada por el Almirante Cristóforo Colombo “…como la tierra más ´´fermosa´´ que ojos humanos vieron”. Llegó Póstuma desde mi sepultura en formato digital a mi PC, el sorprendente poemario de María Herrera recientemente publicado que ha emocionado, ha conmovido, ha hecho reflexionar a los incontables lectores que ha tenido y va teniendo. He visto las fotos, los videos; he leído las declaraciones y los discursos de presentación por las redes desde los diferentes contextos donde se ha presentado este libro, objeto de merecidos elogios.
Póstuma desde mi sepultura es un poemario tenso e intenso. Sus poemas no constituyen un mero ejercicio de recreación y evasión, de arrobamiento romántico; sino que van tejiendo una urdimbre de intranquilidad, de inconformidad, de rebeldía, de caída abisal, pero también de renacer, de paradójica paz e imprescindible amor.
La autora ha puesto en voz de su alter ego (su sujeto lírico) la facultad de emerger desde el más allá hacia la luz y hacia la vida (y he citado al gran poeta Antonio Machado); así, declara: “…desplegando mis alas emergí desde mi sepultura… y hoy, con regocijo me recibo nuevamente a la Vida”.
Vuelo nocturno
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Por Alfonso del Rosario Duran
Happiness is a warm gun
John Lennon
Ahí está Yoko Ono sobre la cama
consumiendo el último cigarrillo
mirando detenidamente el blanco del techo
(horas antes quizás hubiera cantado
Love me do contigo en la bañera)
sus manos palpan su delgado rostro
mientras la luz espera a que vuelvas.
Su pelo largo
sus ojos finos
su sonrisa que te gusta
esperan en vano
Se pone de pie
hoy podría ser un día igual a otro
Pero hoy es ocho de diciembre
John está camino de la felicidad
Ya han sonado los disparos.
El tren de los sueños
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Hoy Laura Valentina, después de jugar con sus amigos, algo cansada se sentó en su sillón preferido, mientras encendía el televisor, para disfrutar de su animado preferido, llamado “El hombre espacial”, en tanto comenzó a mecerse rápidamente. De pronto, para su sorpresa, frente a sus ojos apareció un enorme tren de color rojo, cuyo conductor era un conejo con traje y reloj enanos.
—¡Móntate, muchacha! —le dijo el conejo.
Al decir esto salió el genio de Aladino y vistió a Laura como una de esas princesas que hay en los cuentos. El tren entró por un portal y al atravesarlo, a la niña le pareció como si volara entre nubes; vio todo oscuro y con un montón de estrellas. Sintió muchos calambres y miró con gran temor hacia abajo. Entonces exclamó:
—¡Estoy en el cosmos!
Para mayor asombro de la niña, a su lado se sentó un guía turístico, digo, un guía espacial, que dijo llamarse Peter Pan, quien a Laura le explicó:
—Mira, esas constelaciones se llaman Escorpión, Osa Mayor, Osa Menor, Arquero y aquella, la más brillante, lleva el nombre de Laura Valentina.
—¡¿Qué?!
—¡Sí, esa se llama así en tu honor, y por si no lo sabes, aquí eres la reina del cosmos!
Pasó el tiempo y continuaron paseando por el espacio, hasta que se detuvieron en Marte, donde los marcianos la recibieron con un extravagante saludo. Entonces, la muchacha preguntó:
—¿Qué día es hoy?
Los extraterrestres le cantaron:
—Domingo, lunes, martes, laura, miércoles, jueves, viernes y sábado.
En un izquierdo concierto
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Por Nélida Puerto
En la inmensidad serena
Luis Gómez
La madre guarda la pena
en un izquierdo concierto
para robar al desierto
en la inmensidad serena,
porque la música plena
es la que vive en el llanto,
y se envuelve con el llanto
traicionero de un celaje.
Porque no hay último viaje
si el Ángel lleva su Canto.
Mi fruto no se detiene:
da luz a cada lucero;
y un futuro que no tiene:
Porque el Altísimo viene
a dejarme una condena,
pero en un cofre la pena
no cabía; en su extravío
dejó mi pecho vacío
en la inmensidad serena.
El vacío
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Diáfana noche
Trae en perennes recuerdos de lo inmortal
¿Qué es el tiempo?
Oscuro abrazo a la nada
El beso límpido de la soledad
Que clama sollozando el sueño realizar.
Mis entelequias portentosas
Se pasean entre árboles muertos
De vastas praderas que el viento acaricia mi nada
Mientras esta extraña voz mía
Reclama encontrar el edén de su mirada.
Caí al abismo
En el recuerdo de la espera
De la noche estrellada grisácea.
En esta oscuridad espero a la muerte
En el abrazo frío sin esperanza
Sin consuelo, ni una sincera palabra.
El gran sueño de su vida
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Por Maritza González
El viento de la tarde corrió las nubes y el sol bañó de luz toda la tierra. Un campesino que cabalgaba por el trillo, de repente la vio en lo alto de una rama y gritó: “¡Solavaya!” La señora contestó con un graznido ensordecedor, pues odiaba esa palabra.
La naturaleza le había regalado la noche para que gobernara en ella, y ésta la acogió en su reino. Le enseñó los secretos de la luna en su andar, pero nada de ese mundo de astros y centinelas le atraía.
Había visto tantas veces a las palomas jugando con los niños allá en el patio de los Vega, y salir en bandadas al amanecer hacia los cuatro puntos cardinales, que imaginarse envuelta en aquella aventura le agitó como remolinos las plumas de las alas.
Dejó de meditar y salió disparada rumbo al palomar de los Denis; al llegar, se posó en una rama cercana a la entrada de la casita. Allí estaban reunidas las madres con sus pichones, que al verla se fueron a proteger a los más pequeños; a su encuentro salió una paloma color esmeralda sosteniéndose en un bastón; un pañuelo de óvalo le cubría la cabeza. Con la voz apagada, le dio los buenos días y le pregunto:
–¿Qué le trae por aquí, señora?
Ella, inflando el pecho, se llenó de valor y le contestó:
–¡Abuela paloma, necesito ayuda!
Al escuchar esto, las más jóvenes dijeron al unísono:
–!Cuidado, abuela! No se puede confiar en una desconocida.
Y un palomo de plumaje tornasol y ojos color de fuego, tomó la palabra y dijo:
–Escuchemos a la recién llegada.