Por José Gutiérrez Llama
—rimas para mi muerte—
Seco el lecho del río, medio lleno de hojas.
Nosotros, que escuchábamos otro río en los árboles.
Seamus Heaney
me hago gris,
gris como los andadores
desiertos de sentido,
pisadas que van vienen,
huellas que apenas se distinguen,
se montan una sobre otra
y descuellan,
el instante que tarda
una goma de mascar en caerles encima,
el polvo que sobrevive en la calle,
la suela de un zapato,
o el escupitajo de la inadvertencia
me hago gris,
trago la bruma del cielo
encapotado,
me desvanezco entre sus holanes,
clavado de pies
a la fugacidad del cometa,
a su lengua de fuego,
a su brillo quebradizo breve,
imperceptible para quienes duermen de noche,
… o se rompen a arañazos
me hago gris
y de a poco,
me arrincono donde las sombras
asientan su nido,
me embarro de ceniza,
no agonizo resisto,
me sujeto del sigilo con que llegué,
e inmóvil,
me guardo de la luz,
del falso neón
y los profetas,
…apago los ojos
y me oculto para siempre.
Una pausa
—acerca del temor—
El hombre es el tiempo que habita,
el hombre es la memoria que olvida
Mario Benedetti
Siento el peso del instante,
como un parpadeo que ahoga la garganta.
¿Es esto lo que queda?
¿La memoria que se aplasta
bajo la huella de una pandemia?
No hay sol que ampare,
ni sombra que consuele
el tiempo, al fin, detenido.
Los días no se cuentan,
se deshacen en la piel del rostro,
en las manos que no tocan nada.
¡Ah, el tiempo!
Ese que nos ahoga,
y al mismo tiempo,
nos da un respiro inútil,
una pausa que no sabemos aprovechar.
¿De qué sirve la pausa,
si el alma sigue marchita?
Y el aire, que respiramos
no es aire,
es todo lo que hemos olvidado,
el polvo que se cuela entre los dedos,
el grito que no es oído.
Y los otros, los que siguen,
luchan y respiran
como si el futuro fuera otra cosa,
como si los días vinieran
con respuestas dadas.
Pero no,
no hay respuestas en esta pausa,
solo un momento para preguntarnos
si, al final,
seremos nosotros los que llegamos
o los que nos hemos ido.














