Por Domingo Corvea y Diana R. González

 

Algunos vendedores han adquirido la costumbre de extender los productos, aumentándolos con agua. Este es el caso por el que pasaron Ortelio Lumpuy y su esposa Clotilde Salazar.
Ellos viven en el municipio de Cabaiguán, pero conservan una finca con 7 vacas y, de los sobrantes de ordeño, venden a sus vecinos algunos litros de leche. La señora, ignorante de los rejuegos del negocio que hacía su marido, le responde:
—¡Qué pena, Remigio, no puedo! Ortelio salió y no sé qué cantidad de agua él le echa a la leche.
Contado por: Domingo Corvea Pontigo.

 

De: Rafelito Mentira. Ediciones Luminaria, 2006, Sancti Spíritus, Cuba. (N. del E.).