Por Elizabeth Álvarez


Voy a tejer mi coraza
con hilos de la marea
para que nadie me vea
como aluvión que pasa,
esperaré la barcaza
que me llevará al final,
miraré por el ojal
angosto de triste vida.
Ni veremos cuál herida
permanece en el umbral.

 

Lustros de la inocencia

Ese barco que abordé
con lustros, y la inocencia
se cobija en la paciencia
de la bruma que escolté.

Y por mucho que imploré
esa niebla susurrante
con su extensión circundante
por el mar y su color
por la lápida y la flor
de su interior palpitante.

Hoy la bruma continúa,
gravita sobre mis hombros
esperando  los escombros
mientras el lustro fluctúa.
La marea ya no actúa
al amparo de pesares,
agrio color de mis mares:
antaño sol y alegría,
rasgando toda armonía
de las cuerdas y cantares.