Por Francisco Madrigal Sotolongo
De generación en generación de cumanayagüenses ha llegado hasta nuestros días, casi ya como una leyenda las historias de muertos y aparecidos del puente de manacas que se ubica en la carretera que conduce a Seibabo, por el que obligadamente tenían que pasar de regreso a sus casas los que venían a Cumanayagua a fiestas u otras actividades
Dos amigos que regresaban tarde en una hermosa noche de luna llena, venían especulando de su valor y de que no creían ni en muertos ni aparecidos, cuando ya entraban al mítico puente de manacas y uno de ellos le dice al otro, mira esos pollos están buenos para un fricasé y acto seguido los recogió todos y los echó en un saco sin que ni piaran y exclamó: “¡Con esto haremos un buen arroz con pollo!”
Los dos amigos al pasar unos metros vieron con asombro de nuevo los pollos en el puente y uno le gritó al que llevaba los pollos, oye se te salieron los pollos del saco, y este se bajó del caballo ya receloso y los recogió sin dificultad uno por uno y amarró la boca del saco y exclamó: “¡Vamos a ver cómo se salen ahora de aquí!”
Prosiguieron los dos amigos, y ya alejándose del puente, un poco sobrecogidos por la situación que en sus mentes achacaban a los tragos de ron que habían tomado en el pueblo, el que llevaba el saco, asustado agarró duro la boca del mismo, hasta que su compañero exclamó aterrado: “¡Los pollos!”, y el otro palpó con pavor el saco vacío de nuevo y gritó, clavando las espuelas a su caballo: “Corre condenao”.
Basado en el libro inédito del escritor cumanayagüense Octavio Pérez Valladares, titulado Lo real y maravilloso en la tierra de Guamuhaya.