Por Orlando Pérez González

 El alma trémula y sola
padece al anochecer.
Te has perdido en otro ayer,
pero no se va la aureola
que te sigue. Es una ola
tu recuerdo en mi garganta,
que me arrastra mientras canta:
búscame por la ciudad,
por la vida, por la edad:
soy ave que el aire encanta.