Por Nicolás Águila
Marcelino Guerra, universalmente conocido como Rapindey, fue autor entre otros números de “Pare cochero” y “Me voy pal pueblo”, dos hits inolvidables del cancionero cubano. Y fue coautor de un bolerazo titulado “Convergencia”, que Miguelito Cuní interpretaba como nadie en su estilo sonero. El tema tiene su historia convergente. A una letra inusualmente poética que el prolífico Bienvenido Julián Gutiérrez había escrito y no hallaba quién se la musicalizara (Aurora de rosa en amanecer / nota melosa que gimió el violín / novelesco insomnio no vivió el amor / así eres tú mujer...), llegó Rapindey y le puso la música exacta que le correspondía. Todo un lujo el resultado de esa simbiosis artística.
Rapindey fue además un notable guitarrista y un cantante destacado, considerado por muchos la mejor segunda voz de Cuba en su momento. Y estamos hablando de la época dorada de la música popular cubana, cuando la competencia era al duro dada la proliferación de figuras estelares de mucho tirón, de modo que para triunfar había que poseer verdadero talento, constancia y profesionalidad. En aquel mundo sumamente competitivo, sin embargo, el músico y compositor cienfueguero llegó y triunfó, logrando formar parte de diversas agrupaciones musicales, incluido el mítico Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro. En 1944 se radicó en Nueva York, donde trabajó con los “Afrocubans” de Machito, así como con otras agrupaciones. No volvió a Cuba y murió en Alicante, España, en 1996. Contaba 82 años al morir, pero era un hombre muy activo y nada que ver con el “'chico delicado” de su conocida guaracha “Pare cochero”. Acababa de grabar un nuevo disco y pensaba actuar en un homenaje que le iban a tributar en Bilbao junto a figuras de la vieja trova rescatadas por Ry Cooder. Una peritonitis mal atendida, que finalmente resultó fatal, le impidió asistir al evento. Esa convergencia no pudo ser.