Por Clara Veitía
En la apertura visual de las calles Real, Seibabo y Artime, se encuentra la majestuosa Casa Ramírez, joya de la arquitectura ecléctica cumanayagüense. Un edificio cuyas fachadas se integran armónicamente a la trama urbana; una edificación que es referencia local y símbolo de la pujanza económica de los años 20 del pasado siglo del XX, la cual se yergue magnánimamente para constituir el corazón de la ciudad de Cumanayagua.
La historia cumanayagüense narra que el 8 de julio de 1922, Facundo Ramírez Sánchez adquirió de Constantino Vázquez y Figueredo una franja de terrenos con una casa de madera, mampostería y teja en el lugar que ocupa la casa actual y un grupo de casas con frente a la calle Real. El 4 de febrero de 1925 es declarada esta construcción. Ese día Facundo Ramírez recibió, según la escritura pública, un préstamo por valor de 15 000 pesos en moneda norteamericana, de manos de Domingo Gómez Gómez, a pagar en un plazo de 4 años, incluido en su devolución los intereses y otros gastos. Como condición del contrato la casa Ramírez quedó hipotecada. La crisis económica de 1929 obligó a Ramírez a entregar la propiedad a los hijos de Domingo Gómez Gómez, el 21 de octubre de 1931. Facundo Ramírez murió el 12 de marzo de 1932 y su familia se trasladó a Cienfuegos.
Allá por los años 80 del pasado siglo XX, la Casa Ramírez pasó a ser sede del Museo Municipal. La narración popular cuenta que por las noches un fantasma recorre la colosal construcción, y hasta se ha oído alguna que otra nota del solitario piano ubicado en la planta baja; ello ha sido motivo para que algunos de los custodios hayan solicitado la baja, alegando que es imposible no sentir temor en esa casa poseída.