Por Natacha Fuentes
La corona de mi amor cabalga sobre tu isla.
Deshollina agujeros devastados,
sacrilegio a los destrozos que estirabas.
Cuando la isla despierte
colgaré cada destrozo sin legar
que acibó mi paso,
no sollozaré más sobre un hombro ajeno;
sería bueno adivinar tu caricia más antigua.
Qué importa amamantar el erotismo,
transformar tus aguas
y descubrir tus acertijos.
Cada instante es un acertijo en la esperanza,
única manera de deshojar el calendario en tus bolsillos.
Es una isla legendaria que ganó mi mejor tiempo.
Ella se sentó sobre las márgenes
que cristalizan los cuerpos
y esfuma el horror por la humildad.
Cuando ella se ilumina
se enciende la fiebre de mis olas
y me olvido que alguna vez
la esperanza se puso a germinar entre paredes.
Tomado de Poetas de fin de siglo en San Felipe de Cumanayagua (Ediciones Ánimo, 1999). (N. del E.).