Por Pepe Sánchez

 

Dudaba entre dos títulos para esta breve crítica sobre la novela George Fausto, de Jorge Ángel Hernández (Vueltas, Villa Clara, 1961): “Hoy por hoy, nadie está cuerdo” o “En la pobre soledad de la ficción”. Creo que estos dos títulos, cada uno desde su campo semántico, le viene bien; pero, finalmente, me decidí por el segundo. El arte de narrar tiene múltiples opciones para contar la historia, más que eso, abordar el argumento y comenzar a saquear esos vericuetos de la ficción sostenida por el imaginario del autor. “—Del Quijote a esta parte, hoy por hoy, nadie está cuerdo —intervino Jorge, justiciero, torpe en el habla marcada en el alcohol”. Este parlamento es quizá el mástil del argumento, es la metáfora fundacional que recorre todo el espíritu temático de la trama y subterfugios de la novela.
     En George Fausto, Ángel Hernández, escoge armar la trama con trozos de realidad real, realidad imaginada y fragmentos que parecen sacados de la literatura universal y de su biografía de hombre de letras, contaminada también por esa otra realidad que nos trasciende. George Fausto, es una radiografía de la vida cotidiana en la diversidad de situaciones que afrontan sus personajes, con sus revanchas de sobrevida.

Hay dos preguntas fundamentales que recorren la trama: “¿Venderías tu alma a Mefistófeles?” “Por tu felicidad, ¿firmarías el pacto con tu sangre?” Todo parte de un grupo de cuatro amigos que beben y recuerdan. No sospechan que el trato ha comenzado. Y sigue ahí, frente a sus actos, la pregunta latente, como espada de Damocles: “¿Firmarías el pacto?” Las diferencias sociales de sus personajes, están acentuadas por una desigualdad a la que tributan las posibilidades de acceso al dinero y a un estatus económico dado por la suerte de ser casi extranjero, relaciones de negocios (algunos ilícitos), junto a la participación en juegos de azar y otros, como las peleas de gallos que, a pesar de estar formalmente prohibidos, siempre han seguido circulando y teniendo lugar en una parte de la sociedad, como herencia y tradición centenarias.
     Se narran los avatares cotidianos de un escritor, enfrentado a la dura realidad de sobrevivir una situación social y económica que lo supera sin comparación y a la vez echarle un guiño cómplice, una sonrisa con olor a ron a la vasta filosofía popular y del mundo literario y artístico. Y en medio de ellos, el Maceta (hombre seguro y activo aun en su avanzada madurez), personaje salido de las designaciones ideológicas para aquellos que hacen dinero y acrecientan una fortuna, a veces, al margen de la ley. Mientras el “Maceta”, acopia una fortuna que le permite dar propinas en billetes de cincuenta, el Escritor, apenas tiene para una pizza o tapar las goteras del techo de su casa. “Yo aprovecharía sus tal vez no pocos años de existencia, con su fortuna dispuesta a resolver los teoremas de la vida exterior, para escribir los proyectos que aplazaba…”, confiesa el Escritor.
     George Fausto (Editorial Mecenas, 2024), es la primera novela escrita de la trilogía George Fausto; compuesta, además, por El callejón de las ratas (Capiro, 2004) y Pantalones de nube, publicada por Obrador Ediciones, 2021. Es decir, que no han sido publicadas en el orden en que fueron escritas. Este aparente caos en el orden en que han sido editadas, es un claro homenaje a las técnicas de que se ha valido el autor para armar su trilogía, donde une zonas del arte y la cultura universal con la ruidosa realidad de sobrevida a que están sometidos sus personajes, que nunca dejan de buscar el Vellocino de oro, sus esperanzas raídas como toda bandera de buenos “piratas del alma”. Metamorfosis, lenguaje figurado, una vasta cultura por debajo de la escritura, como vasos comunicantes, y de nuevo la banda musical de esos años sustentando la trama. El otro Jorge, no el personaje narrador, que también es poeta, ensayista, crítico literario, sociólogo y editor, va dejando caer sus juicios acerca de los personajes y hechos, que pasan inevitablemente por su conciencia y su sentido de la ética y de la crítica social personal. De ahí, también, que no falte nunca el buen humor en sus textos; sirvan estos dos breves pasajes para ilustrarlo: “Alguien (casualidad: el negro) viene solo de pase de la cárcel.” “La funeraria El Tendido Alegre debía ser declarada Módulo Cultural.”
     Quiero dejarle al lector la propuesta de una sencilla guía para la lectura de George Fausto. Parto de ir citando algunos fragmentos de la novela y algún comentario nuestro:

Es también una sutil y arriesgada partida de ajedrez con uno mismo: “Sería concederle demasiada inteligencia, reconocer que la sutileza de su pensamiento avanzaba con previsión de maestro de ajedrez.”

A medida que nos adentramos en la narración, el personaje narrador, va dándonos una caracterización interna y externa de los personajes y el modo en que van evolucionando filosóficamente: “Parecíamos gente muy feliz en medio de la música, el barullo y las bromas, aunque estuviéramos aferrándonos a glorias pasadas con sólo treinta años.”

“Bajo las normas del alcohol, la situación se hacía inusual. Atracción y rechazo se deslizaban en la charla y, cierto, habría pocas opciones de prever excitantes figuras que punzaran los nervios de un lector.” El autor toma conciencia del lector desde los detalles de la conversación inicial entre los cuatro amigos, hasta el desenlace final.

“¿Cuándo vas a dejar de vivir en lo que escribes?” La defensa a puño limpio, o sucio, del escritor narrador de la vida del artista, aunque llena de carencias, frente a la opulencia de otros, que solo ven triunfos en el dinero.

“Cómo es que un sistema irreversible pudiera tambalearse con chistes de mal gusto era un asunto que los incansables oficiales preferían no advertir.” “Si algo era evidente, se reducía a la precaria situación económica en que el país navegaba, sin brújula ni rumbo.” Vibrante, lúcido y oportuno.

La diferencia entre la literatura y la vida: “Crear. Escribir. Vivir como un intelectual. Ahí estaba para mí el amor de Margarita.”

“La felicidad no debe estar en ese punto en que Fausto se encuentra a Mefistófeles. Existiría, si fuera así, alguna competente fábrica de producción de Margaritas.” Vencer la tentación de pactar con Mefistófeles, cuando ya el trato ha comenzado, y se vuelven a encontrar en los sitios laterales del recuerdo, de la fragmentada amistad y las bajas calles de la vida.

La voz del novelista no puede programar la actitud de los personajes: “—Soy libre. Nadie me ha comprado; ni tú.”

“La muerte. Siempre la muerte logra obsesionarte, y hace de ti una persona extraña.” “El silencio es tal vez una figura que ejerce con el tiempo su dominio.” (Hay un constante filosofar del personaje narrador, girando sobre la muerte, pero más allá de la muerte física, la muerte del tiempo, del pasado, y de los girones de miedo o los breves disfrutes de la vida. A veces, pedazos de la biografía del autor que pasan como intertextos a la novela a través del narrador personaje.

“Mi futuro ha cesado y saberlo es algo importante en la existencia de un hombre.” “Miedo, incertidumbre, duda, pertenecen de nuevo a los dominios de Shakespeare. Son formas de urdir filosofías.”  (Comparar con el humo shakespereano de Pantalones de nube…)

La obsesión de pactar con Mefistófeles: “—Nada ha cambiado, señores —dijo el Vera. Discutimos por vicio. Nos entendemos mejor cuando porfiamos.” “El mundo circunstante no puede perdonar a aquel que se ha atrevido a denostar sus normas.” El Bien y el Mal, enfrentados en una lucha inmortal… La censura y sus vanos vericuetos ideológicos.

Para Jorge Ángel Hernández, el tiempo sigue siendo el disfraz del Diablo. Sabiendo de la imposibilidad de encontrar a Mefistófeles, ya que no es un diablo vulgar, sino una consecuencia, una actitud condicionada por los absurdos y azares de la vida cotidiana, una dimensión de conquista personal que borraba las chanzas del pasado, la sospecha presente y el peligro futuro de entregarse a buscar una utopía. Si en Pantalones de nube, la paz interior, no es el suicidio del presente, sino la imposible muerte del pasado; en George Fausto, en mitad de la Duda existencial, la duda de si es posible encontrar a Mefistófeles, queda resuelta por el propio autor al declarar abiertamente: “En la existencia concreta, es imposible hallar a Mefistófeles, topar con esa fuerza del Mal que casi siempre termina haciendo bien el Mal. Pero no en la ficción, como ya he dicho.” La novela tiene pocas afirmaciones cerradas, como la vida misma, aunque a veces parezca un espectáculo humorístico.
     —Nada ha cambiado, señores —dijo el Vera—. Discutimos por vicio. Nos entendemos mejor cuando porfiamos.
     Discutir, porfiar, para ir armando sus propias vidas sin necesidad de pactar con agentes del mal, es uno de los mejores mensajes que George Fausto le deja a los lectores presentes y futuros.

Pepe Sánchez
Junio de 2024, Cumanayagua, Cienfuegos.