Por Nélida Puerto
A mi padre, quien me donó el tesoro de la poesía.
Ese dedo calloso me ha obsequiado
trazo y verso capaz de trasmitir
con libros de experiencia, al escribir
en el renglón absurdo del enfado.
A través de su rustico legado
cuando trae ritmo el viento en su caída
donde al atardecer la garza anida.
Mi padre sin estudios supo darme
su melódica ternura y entregarme
la nota mas profunda de mi vida.