Jorge Ángel Hernández (Vueltas, Villa Clara, 1961), es narrador, poeta, ensayista, crítico literario, sociólogo y editor. Tiene publicados libros en los géneros de narrativa, poesía y ensayo. Sus textos aparecen en antologías de cuento y poesía cubanas. Colabora con artículos críticos, ensayos, entrevistas, reseñas, poemas, cuentos y traducciones, en varias publicaciones periódicas impresas y electrónicas. Le han otorgado diversos premios y distinciones y ha representado a Cuba en eventos internacionales.
Su novela Pantalones de nube, publicada por Obrador Ediciones, 2021, forma parte de la trilogía George Fausto; compuesta, además, por George Fausto (inédita) y El callejón de las ratas (Capiro, 2004). Según palabras del propio autor, pertenece a una etapa de experimentación con el lenguaje, las historias narradas y los recursos narrativos, que alcanzan su clímax en la parte de la novela titulada “La Compañía”. El tema es la búsqueda de la felicidad y la agonía de no poder lograrlo; en realidad, como lo hiciera Fausto: vendiendo al Diablo el alma. El ambiente es el de la contemporaneidad de los años 80’.
“No existe más que un problema filosófico serio: el suicidio, escribió Albert Camus.” Esta es la primera oración de Pantalones de nube, y es la primera oración de la novela Cuaderno del suicida que le habían dado a evaluar a José Vitrubio, evaluador de la editorial Sombrero de Zequeira, y uno de los personajes centrales de la novela, con la petición de que al menos le dedicara una lectura transversal, para una evaluación precisa. Esta cita de Camus va a recorrer los espacios de la novela, como creadora de destinos y la manera de asumirlos, dará aliento o desaliento a sus personajes quebrados o enhiestos por los trucos de la vida, siempre con un lenguaje que pareciera develar pedazos autobiográficos, como una disculpa frente a sí mismo, y un guiño al lector desde la otra orilla de la escritura y el tiempo. José Vitrubio Marrero, sufre una incurable manía de reflexionar y drogarse con la música de los años prodigiosos, preferentemente la música de habla inglesa: Led Zeppelin, Pink Floyd, Chicago, Metallica, Queen, Los Beatles y muchos otros, pasando por significativas voces de la canción hispana. La música no es solo un telón de fondo, es otro personaje más de la novela, que nos va guiando en el laberinto de sentimientos encontrados, conducentes al tema del suicidio, más que físico, atemporal, signado por la memoria activa y una realidad plural que mezcla pasado y presente con la fuga al día de mañana, como “la verdadera faena de la música”.
El otro personaje central de la novela es Emildo, director de la editorial Sombrero de Zequeira. Entre José Vitrubio y Emildo, más que una relación de trabajo editorial, hay un trasfondo que parte del mundo social literario, de la bohemia y el giro significativo que produjo Joanna entre ellos, exesposa de Emildo y después exesposa de Vitrubio, giro este que cambiaría sus futuras relaciones y sirve de hilo desarrollador del argumento.
Con un lenguaje de aliento poético, se alternan el narrador omnisciente y el narrador equisciente, en medio de conflictos amorosos, de la sobrevida y un mecanismo de defensa disfrazado de la obsesión suicida que actúa como vaso comunicante ante deberes y reveses del día a día de los personajes, en los más diversos espacios contingentes y viejas obsesiones, ridículas al cabo de los años. Hay un filosofar sobre los símbolos del suicidio y otros como leños para esa hoguera existencial que crece en la misma medida en que no hay soluciones únicas para cada problema filosófico, que parece resumirse en uno solo, el de Camus, pero eso es solo divertimento para calmar la altura de las llamas de una soledad que mal se respira.
El Diario irreverente de Cesare Pavese, motivos y manías de Vladímir Maiakovski, la vocación suicida de Alfonsina Storni, Attila József, Stefan Zweig, y muchos otros, actúan como soporte al flujo narrativo y, sobre todo, a ese humo shakespeareano que recorre la novela hasta desembocar en el abierto desenlace final, que dejo intacto al lector. En la novela, hay un derroche de citas y referentes que dan cuenta de la variada cultura del autor, de sus preferencias literarias y artísticas, de su armadura cargada de humor y sátira para cabalgar el espacio y el tiempo narrado, la agonía de los personajes, siempre desde un contenido y una forma endeudados con la propia filosofía y maneras de ver y asumir la realidad. El éxito de una obra de arte, no está en sus fundamentos ideológicos, sino en una referencia humana que ayude a encontrar la salida a los conflictos del espíritu y los problemas reales, pero nunca con “proyecciones que solo en futuro se realizan”.
Pantalones de nube predica un país desde la poesía. Sus personajes se debaten entre conflictos marcados por preferencias sexuales, artísticas, ideológicas, donde cada quien toma su atajo personal, diverso. Es un texto que transita distintos escenarios, Santa Clara, La Habana, La Isla de Pinos o Isla de la Juventud, hasta recalar, finalmente, en la entrañable Villa Clara de José Vitrubio. Como un sueño de Kafka, con un lenguaje seguro, desafiante, por momentos, hay personajes secundarios que adquieren una impronta de serenidad en el relato, como si fueran una guía del alma para el lector. Lorainne, que parecía naufragar unas páginas más allá de su aparición, es uno de ellos, y creo que en sus diálogos está gran parte de la esencia del tema de la novela.
Tendrá el lector que estar muy atento, para descubrir la indiscreta voz del autor entre las voces de los personajes de Pantalones de nube, como debe ser. Si fuera a quedarme con una sola frase de la novela, sería esta: “Es triste amar la libertad solo en el arte.” Porque siempre está el peligro de cansarse, de volver a las “arenas negras” de las cosas que nos aturden dentro de esa otra isla que somos, como un paisaje quebrado por el mar.
Hay una “mancha en la pared”, es un personaje que sirve de trasfondo al monólogo de la soledad existencial de José Vitrubio, más que eso, es hasta el final de la novela el sostén de sus pensamientos, ese alter ego que nos salva cuando todo parece hundirse a nuestro alrededor: “El mundo es imbécil, no lo dudes —le dijo a la mancha en la pared—, por eso no puede resistir la tentación de creerse inteligente.” Esa mancha, es también la “mancha” en el subconsciente del personaje, que viene de un pasado que quiere arrancar la mugre del presente. José Vitrubio le habla a la mancha sin intentar reconocer sus contornos; solo quiere reafirmar la decisión de devolver a Emildo su pérfida estrategia, un vivir cansado frente a la expedición de trampas y traiciones:
—Todo el tiempo con la verdad delante de mis ojos —le dijo—, y nada descubría. Dulce Margarita de Fausto que es en verdad, y en esencia, la cultura. Si sabes cómo trabaja la cultura en sus formas cotidianas, reconocerás las más profundas frustraciones de la gente. Y eso, tienes razón, amiga mía, me enfrenta al peligro de convertirme en inútil, incapaz ante los retos verdaderos de la vida.
Dejo a cada posible lector de Pantalones de nube, esta lúcida reflexión de José Vitrubio, que es también una reflexión de los que oficiamos desde la sobrevida este arte emancipador. Porque al final, la paz interior, no es el suicidio del presente, sino la imposible muerte del pasado.
Pepe Sánchez
Marzo de 2024, Cumanayagua, Cienfuegos.