Por Marta Moya                                                 

José Martí como paradigma de la formación ciudadana continúa siendo un referente de inagotables posibilidades, por los valores éticos, estéticos, patrióticos de una actualidad y riqueza incalculables. De ahí que el acercamiento a su vida y obra, y la profundización en su ideario resultan imprescindibles en los tiempos actuales. Muchas son las razones para pensar en el maestro, el apóstol, el héroe nacional:

prefiero verlo siempre como el hombre sencillo o complejo, de carne y hueso que lo identificó más allá de los íconos o apelativos hartamente conocidos. Ante esta definición sus méritos se me agigantan mucho más y sus posibles manchas se desvanecen.

El Martí nuestro, el de todos los cubanos, el que custodia todas nuestras escuelas, nuestras buenas acciones; según mi conocimiento sobre el tema y sobre su vida, es el cubano más resiliente de todos los tiempos. Razón sobrada para acudir a lo que él tiene que decirnos en las presentes circunstancias en que tan necesario resultan la inteligencia, la sabiduría, la bondad y la honradez de la que siempre hizo gala; por ser inspiración de fortaleza y resistencia ante las adversidades y la asombrosa capacidad para recuperarse.

La obra martiana es ese surtidor, ese manantial donde pueden encontrarse referencias, análisis, puntos de vista sobre todos los temas o situaciones inherentes a los seres humanos. Asombra encontrar ideas, pensamientos y mensajes que parece fueran dichos ayer u hoy, para ti o para mí, de ahí su contemporaneidad. Así pueden encontrarse temas sobre la vida y la muerte, la educación, el amor, la amistad, la familia, la patria, la responsabilidad; sus concepciones éticas y estéticas sobre la verdadera belleza; sobre la naturaleza y muchos otros temas de alcance universal.

Comparto el criterio sustentado por los especialistas del Centro de Estudios Martianos, de que la mejor manera de conocer al verdadero Martí, radica en la lectura de sus textos originales; sin embargo, no son pocos los jóvenes estudiantes, profesionales, intelectuales; incluso maestros y profesores que se declaran incapaces de entenderlo, y en el peor de los casos aseguran que “Martí es muy difícil”.  Y no dejan de tener razón, o al menos alguna razón.  El propio Martí, su personalidad y su obra, se escapan de todo estereotipo posible, de caminos trillados o recetas aprendidas. Por ello para comprender su obra y apropiarnos de toda la belleza y utilidad que hay en ella, son necesarios determinados aprendizajes que requieren de esfuerzo e interés.

Lo anterior debe conducir a la reflexión en diversas direcciones, imprescindibles para disponer el ánimo en la búsqueda del camino más recto para llegar al Martí que necesitamos, pues tiene mucho que ofrecernos. Aquí abordaremos solo algunas pautas elementales para que vaya  acercándose pausadamente pero con convencido y optimista.

Debemos aproximarnos a su obra desde la perspectiva de la personalidad excepcional que fue Martí como escritor, la que se manifiesta en:

-Lo abarcadora que resulta en cuanto a géneros, estilo y a la diversidad de contextos en que fue creada o le dio origen.

-La profunda formación cultural adquirida por Martí, al nutrirse de todas las culturas de su época y de las anteriores: la hebrea, la griega, la hindú, las orientales y las americanas.

-La abundancia de referencias culturales, geográficas e históricas que aparecen en ella por el propio empuje de las múltiples influencias culturales, fruto de su formación humanista.

-Las peculiaridades de su estilo: En este sentido y, sin pretender ahondar demasiado, conviene tener en cuenta: la recurrencia de oraciones (cláusulas o períodos) amplios, intensos, encadenamiento de subordinadas; el uso de apotegmas o sentencias, llamados también aforismos que son frases breves, sentenciosas que condensan o compactan una gran cantidad de información.

-En toda su obra se puede encontrar un amplio sistema símbolos, independientemente de los géneros de que se trate.

-Ante la selección de un texto requiere determinada preparación para la lectura. Implica que el lector determine el objetivo o la finalidad de la lectura: por qué y para qué desea o necesita leer ese texto, qué información deseo encontrar en él. Ello propicia un acercamiento al autor: una contextualización epocal: dónde está, qué hace en los momentos en que escribe la obra en cuestión.

-Lectura y relectura (cuantas veces lo requiera la complejidad del texto y la preparación que tenga para ello la persona que lee).

Esta debe propiciar la activación del conocimiento almacenado en la memoria: de tipo conceptuales, procedimentales, actitudinales y experienciales como son la atención, la memoria, la reflexión, el pensamiento, imprescindibles para conectarse con los precedentes; pues solo así el texto puede hacerse comprensible y significativo para el lector.

-Análisis del vocabulario e incógnitas léxicas (por uso del contexto y/o consulta a diccionarios de diferentes tipos, enciclopedias).

-Consulta de bibliografía auxiliar.

Considérese estudios e investigaciones realizadas por otros autores, así como la crítica especializada sobre la obra martiana. Esta es muy abundante y puede encontrarse en diferentes soportes, libros breves, amenos, sencillos. Que sirva este pensamiento martiano para reafirmar las ideas compartidas anteriormente: “Para saborear los libros es preciso leerlos, no con la imaginación, sino con la experiencia. ¡Cuántas bellezas se descubren entonces que de otro modo pasan desapercibidas”