Por Pepe Sanchéz
José Oriol, este 28 de enero de 2021, Teatro de Los Elementos cumple 30 años de fundado, mirando tu trabajo y el del grupo en el tiempo, ¿qué palabras te merece esta experiencia de arte y vida, un proyecto que sé cuánto amas?
Te confieso que me faltan palabras para valorar y merecer con juicio propio y crítico la experiencia.
Sin embargo, me sobran las palabras para ponerla en práctica y cuantificarla. El proceso ha sido muy público, participativo, evidente, mediático.
Se ha hablado tanto durante treinta años que a veces me pierdo en esa confusión de imágenes y palabras. Sobre todo, cuando tengo que vivenciar procesos de arte y vida, cuando me toca teorizar sobre nuestra experticia; que, como tú mismo enuncias, merece una gran dosis de amor. En ocasiones me pongo más nervioso frente a un estudiante del Preuniversitario de Cumanayagua, a quien el profesor le dio como tarea un cuestionario sobre nuestro trabajo, preocupado porque no me entienda, que cuando defendí la Tesis de Maestría en Dirección Escénica del Instituto Superior de Arte (ISA), frente al grupo de estudiosos y doctores que componían mi especialísimo jurado. Todo ese proceso de consolidar un trabajo, conllevó también a una inversión de empeñó y tozudez de todos los días y hasta de muchos meses y años. Creo que el proceso de conjugar arte y vida termina pareciéndose a uno mismo..., y me sucede como individuo que después no deslindo si estoy haciendo arte con mi vida o es que mi propia vida se ha vuelto parte del proceso creativo; y eso, tan simple, se convierte a veces en una mortificación, hasta me desvelo, tratando de encontrar esencias reveladoras y trascendentes, que solo ven los otros, y es que en el devenir ya tus pupilas dejan de apreciar lo significativo, que a los demás les sigue asombrando.
¿Sientes que se han cumplido casi todas tus expectativas al instalarte con el grupo en tu propia tierra?
Siento que se cumplieron parte de ellas, porque ahora puedo llegar a la Comunidad Cultural de Teatro de los Elementos y ver que me saluda una gran escultura de cinco metros de altura en el portón de entrada, ejecutada por un artista local; que viene una señora que funge como agente de seguridad y protección para abrir y recibirme y también al que llega casualmente; que, por cierto, es una campesina o familia de uno de los campesinos que viven en aquella comunidad y que se ha empleado con nosotros, lo que le da sentido a su vida y al resto de las familias del pequeño caserío de doscientas y pico de familias que componen el asentamiento del Jobero. Busco en mis bolsillos y tengo además una llave para abrir una casa con techo, donde me espera una cama para descansar y una mesa para escribir, estoy rodeado de pinturas de Zaida del Rio, Nelson Domínguez, Edel Bordón; esculturas de Kamil Boullaidy y de Erick Retbull, plantas y flores sembradas por una propuesta ecológica en talleres de la Fundación “Antonio Nuñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre” (FANJNH) y del Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), y otras que están allí desde que yo era niño y conforman la arboleda, diplomas de la UNEAC y del Centro de Iniciativas de Referencia Comunitarias (CIERIC); tengo libros dedicados por sus propios autores, documentales, películas, reconocimientos... Siento con orgullo ver en la pared las fotos con artistas, como Adriane Mouskine, directora del “Teatro du Soley” en Paris, durante nuestra gira invitados por el Festival de Teatro Acción de Bélgica; con Santiago García, el padre de la Creación Colectiva en el “Teatro La Candelaria” de Bogotá, acompañando al dramaturgo argentino Osvaldo Dragun en el taller de la Escuela Internacional de Teatro de América Latina y el Caribe (EITALC), que me abrió caminos para la creación. Existe una galería de fotos con amigos como Leandro Soto, Chucho Valdés, Abel Prieto, Fernando Leon Jacomino, parte importante del grupo en el montaje de “Inmigrantes”, hoy viceministro de cultura; y otras muchas personas de múltiples instituciones culturales cubanas; los jurados del último premio de la Casa de las Américas, con Vivian Martínez Tabares, directora de su departamento de Teatro, y Jorge Fornet, director del Centro de Investigación de la Casa de las Américas. Tenemos fotos también de gente nueva y bonita, actores jóvenes que se nos han incorporado al trabajo social y artístico, conformando una tercera generación, formados por nosotros mismos. En la sala están colocados sobre una mesita los premios obtenidos por el grupo y míos por la obra de la vida, una Santa Bárbara gigante que espera ser colocada en la entrada, como antes, cuando yo era niño, que fue donada por la señora Amparo del Entronque, porque te recuerdo que yo nací en este mismo espacio donde está hoy la compañía, hace 65 años, y mi casa fue un campamento, primero del ejército rebelde, y después acogió a las milicias de La Habana y de Oriente cuando la limpia del Escambray y la Lucha contra Bandidos. Esa virgen la colocó la madre de un combatiente en la puerta, rogando protegiera a su hijo de la muerte, por eso quedó allí como un testimonio de esa etapa. Conoces que en el principio de nuestra estancia aquí solo existían el cielo, el arroyo, los árboles y el canto de los pájaros, y mucha manigua. Tengo fotos de la actriz y directora teatral Milva Benites con un machete en la mano chapeando. Tú mismo, que tan cerca has estado siempre del grupo y cuando llegamos a Cumanayagua escribiste para nosotros la obra “Historia de un pueblo”, me ayudaste a hacer listas donde solicitaba cosas que entonces necesitábamos, entre otras: platos, cucharas, calderos, que se siguen pidiendo aún para mejorar nuestra condición de campamento. Eso parece ayer, pero pasaron ya 25 años de nuestra llegada, porque como te conté los cinco primeros años fueron itinerantes. La propia entrevista que me hiciste hace veinte años, a los diez años de nuestra llegada, donde te refiero que padezco un cansancio acumulado de andar muchos caminos, ahora me produce asombro, se me convierte en una nueva e interesante reflexión sobre los años de vida transcurridos, que ahora me resultan remotos años que me separan de esa etapa, y convierten el proceso en Historia; pero como el hombre es un animal superior, ahora mismo aspiro a que la nueva casa de cultivos, entregada por el proyecto PADIT, ya instalada, produzca vegetales para mejorar nuestra alimentación, compartirla con la comunidad circundante, mejorando sus hábitos alimentarios, y comercializar el resto. Sueño, además, con fomentar aquí un orquidiario. Después de conocer con profundidad la experiencia creativa de la TV Serrana, que por estos días también cumple años, sueño con una especie de centro de memoria audiovisual, que rescate lo que diariamente se pierde de la cuentería y la tradición campesina en toda la cordillera de Guamuhaya, secundando con ello a mi amigo Nelson Amey, conocido como Bichito de la luz, con su maravillosa experiencia de “Rescate de Cuentería Campesina”, en la Ciudad de Florencia, Ciego de Ávila. Todos estos, son aspectos de memoria en los que ahora no se piensa, porque hoy solo pensamos en sobrevivir a la pandemia con la que ya prácticamente convivimos. Creo que es muy importante que un artista tenga horizonte y mirada futura; sin lo cual, tanto él como su obra están condenadas al fracaso. Uno siempre recuerda a Fidel cuando dijo, que lo primero que hay que salvar es la cultura. Esta batalla nos corresponde a personas con marcada intención en ese empeño; de modo, que siento que no, que todavía no estoy satisfecho, que necesitaría otra vida para culminar mis sueños. He pensado que mis familiares y compañeros permitan que allí queden mis cenizas; con la expectativa de presenciar lo que otros incorporen y logren, lo que seguramente tiene que ser hermoso. Lo cierto es que cada conquista genera una nueva aspiración. Ya somos referencia nacional en el trabajo cultural comunitario, con extensión a la atención del turismo internacional. Ahora, después de conocer la TV Serrana e interactuar con ella, como te comenté, le pudimos dedicar un documental a Gallego Otero y otro a Lensis Ramírez, un campesino mecánico e inventor que trabajó como obrero de mantenimiento en el grupo (“El Gallego” y “Los Puentes”, son los títulos de estas “Producciones Jobero”, bajo la dirección de Rigoberto Jiménez, grabados en coproducción con la TV Serrana). Sueño con una especie de Centro de Memoria Audiovisual, que recoja las historias que corren riesgo de irse con la desaparición de los propios cultores, de las tradiciones, de la oralidad. Mi expectativa es ahora cosmogónica, eso tiene que ver con que hemos vivido, por lo menos en Cuba, dentro de un primer siglo absolutamente artesanal en la comunicación, y ahora vivimos en otro que en menos de una década nos coloca ya muy “mediáticos” y en el camino inevitable de un futuro tecnologizado, que necesita la nación, aunque algunos no lo valoren todavía como necesario en su total plenitud. Para mí se hace imprescindible el internet en el Jobero, sin él será más difícil dar a conocer, difundir y comercializar nuestros resultados.
En la sede de Teatro de los Elementos en el Jobero, ¿cómo ha crecido la infraestructura? ¿Qué te parece más significativo del repertorio, en cuanto a nuevas obras teatrales y modalidades comunitarias en las que se ha enrolado la compañía en estos últimos veinte años?
Las máscaras de la tragedia y la comedia en la portada, después una casa de oficina cubierta con una planta nombrada “Ficus Pumilla” (conocida comúnmente como “Falsa Hiedra”), incorporada desde el Jardín Botánico; tres casas habitadas por actores, todas con bautizos y nombres propios: “Viento Sur”, por el donativo de nuestros hermanos de la compañía del mismo nombre en Sevilla, habitada por Isnoel como director de la compañía, “Las Nubes”, donde vive Juan Carlos, músico, actor, asistente de dirección con su compañera Analay (esta se nombra así por ser la más elevada) y “La Casa de la Memoria”, que es la que yo habito junto con Yamila, una actriz por temporadas, donde se atesora una parte de la memoria del grupo. Existe también un anfiteatro, un salón de ensayos, un centro de información, un nuevo caney comedor, un bohío replicado lo más fiel posible y la Galería y el Estudio del Premio Nacional de Artes Plásticas, también diputado a la Asamblea Nacional, Nelson Domínguez Cedeño, que es un valor añadido, sin precedentes, pues hemos sembrado aquí la presencia de un hombre y amigo que coincide con ser un gran artista. Todo esto ya te habla de un después con el que no contábamos en la primera década, cuando también nació Calle B, y editó mi primera entrevista.
La producción teatral hoy, pese a las limitaciones económicas, no se ha detenido. En el año 2012, hicimos un clásico del teatro mundial, bajo el nombre de “Pedido de mano”, una pieza de Antón Chejov, que comenzó a esbozar Jorge Cuadrelli, director de Viento Sur Teatro y continuó el autor y director Atilio Caballero, con el que nos unen lazos inquebrantables. En el año 2013, hicimos en coproducción con “Teatro Tropa Trapos”, una obra bajo el nombre de “Atari nganga five”, del autor y director Ángel Guilarte, director del propio grupo. Ellos, como otros grupos de toda Cuba, asisten sistemáticamente a nuestras Bienales de Teatro y de Oralidad en la montaña, son amigos entrañables.
Hemos corrido tradicionalmente con el montaje de espectáculos como la Gala por los Doscientos Años de la Ciudad de Cienfuegos, varios espectáculos sobre la celebración del Cinco de Septiembre; por siete años consecutivos llevé, además, la Dirección Artística del Festival Benny More, donde el grupo tenía un protagonismo, pues empecé a ver el evento como un Festival de las Artes y hacíamos una propuesta de exposiciones, teatro en las salas y en la calle, conciertos de música clásica, coloquios sobre la vida y obra de ese genio popular que merece, por supuesto, el Festival más grande y trascendente del país, para estar a tono con el gran mérito de haber sido el músico cubano más grande y popular; si estudias la vida de Benny, encuentras que es el artista más comunitario de todas las figuras. En medio de todo esto, pude concentrarme más en el trabajo interno de Teatro de los Elementos y comencé una investigación sobre el tema de los campesinos trasladados a Pinar del Río por colaborar con los bandidos cuando la lucha contra bandidos; esta obra se llama “Montañeses”, y arrojó otros problemas del éxodo del campesino en la montaña y terminó resultando muy significativa para la dramaturgia nacional; el texto, que es de Atilio Caballero, es muy sugerente y también la puesta en escena, itinerante, bajo mi propia dirección, resultando un trabajo significativo. El espectáculo fue estrenado en el año 2016 y mereció el premio de la crítica especializada que entrega la UNEAC a los espectáculos más importantes del año. “Montañeses” se ha convertido en un ícono, en una obra paradigmática dentro del proceso de creación del grupo, y creo, según los cometarios de la crítica, que también lo es para la dramaturgia nacional.
Como colofón, te puedo decir que hemos incorporado una corriente contemporánea del teatro nombrado Play Back Theatre (nosotros la nombramos Teatro Espontáneo), que aprendí personalmente, junto con la directora de cine Belkis Vega en Bassar College, en New York, con la ayuda de la maestra norteamericana Susan Metz. Esto nos permitió hacer un documental profiláctico sobre el tema del SIDA, y desde entonces el Teatro Espontáneo (Play Back Theatre) comenzó su vida en Cuba. Fuimos el primer grupo en practicarlo e Isnoel Yánez González se ha ido convirtiendo en un líder del mismo, de modo que hoy día celebramos anualmente un Encuentro Internacional de esta modalidad en el Jobero. Esta experiencia le ha dado también una inmediatez al elemento de la puesta en escena, que abordamos en espacios como la Noche de los Hidalgos y otros momentos de reunión social. Siempre me viene a la mente que la comunidad gay de Cumanayagua, cuando asistió la primera vez a su representación y plantearon sus temas, terminó diciendo que, por primera vez en la historia del pueblo, ellos habían podido expresarse y compartir sus inquietudes; es decir, que ese día dejaron de sentirse excluidos. Es una magnífica herramienta del trabajo comunitario que el grupo ha entronizado en Cuba, igual que las “estatuas vivientes”, que hoy se les atribuye a otros grupos, pero realmente fue el nuestro quien lo afianzó en nuestras calles y plazas. Fue exactamente con la visita del grupo Tecal, cuando el director colombiano Críspulo puso en escena en las cuatro esquinas del pueblo la pieza “Foto de Familia” y en ella participaron dos actores nuestros, quienes aprendieron su técnica y participaron en la gira nacional que produjimos desde el grupo, en coordinación con la Asociación Hermanos Saíz.
¿Desde el punto de vista personal, como ser humano y artista, sientes que has realizado tus más caros sueños?
Me siento optimista, creativo, estimulado; pese al mal momento de la pandemia que nos acompaña con la grave consecuencia económica de fondo que afecta al país, pero me abarca también mucha inconformidad, desde antes de la pandemia, porque no hemos podido concluir inversiones y vencer etapas necesarias que permitirían hospedar personas para los eventos en nuestra comunidad. La palabra “realizado”, es un término muy absoluto para consolidar la satisfacción de un artista, como creador uno constantemente crea nuevas situaciones, como dicen ahora, es resiliente; de modo que no siento esa realización de manera total. Recuerdo y me suscribo, a una frase de Fidel que dice: “Milito en el grupo de los impacientes y milito en el bando de los apurados, y de los que siempre presionan para que las cosas se hagan, y de los que muchas veces tratan de hacer más de lo que se puede”.
¿Ha tenido giras internacionales el grupo en estos últimos años?
El año pasado hice un recorrido por España, que pretendía coordinar estos propósitos y que me permitió explorar especialmente el pueblo de Icob de los Vinos, en Santa Cruz de Tenerife, que es el pueblo de donde salió mi abuelo como voluntario del ejército español con destino a Cuba, solo con 17 años de edad, para combatir contra el ejército libertador. En este recorrido conocí grupos, escuelas, vi espectáculos, y el año pasado comenzamos a tramitar además nuestra participación en el Festival Cervantino en Guanajuato, México. Dolorosamente la pandemia aniquiló estas propuestas y quedamos a la espera de nuevas oportunidades, pero lo cierto es que existen muchas expectativas y propuestas con relación a nuestro trabajo.
¿Ha habido cambios significativos en el grupo en estos años?
Creo que lo más significativo es que el grupo saltó de ser un proyecto teatral, para ser un proyecto de desarrollo local, y que esto no solo le facilita un nuevo estatus de producción artística, sino también de comercialización del uso de sus espacios, de sus frutas, madera, yaguas, flores, cosechas. Aspiro, y para ello trabajo con mucha intensidad, con toda la energía que me facilitan todavía mis años, a que el “Proyecto Sendero Turístico Jobero Verde Arte en el Campo”, sea productivo y libere a Teatro de los Elementos de la subvención estatal que el estado ha sostenido desde hace tanto tiempo. Creo que debemos devolver al Estado, regalar el privilegio de ser sostenible y ayudar incluso a otros procesos artísticos de la localidad. En la gestión cultural somos soberanos, necesitamos alcanzar esa misma autonomía en la agricultura y en la obtención de nuestras ganancias, sobre todo, en un momento en el que el país obliga moralmente a que todo el que tenga una porción de tierra, recursos, espacios, talentos, los ponga a producir. Paradójicamente las alianzas con los organismos que controlan y debían facilitar nuestra economía y sobrevivencia, están todavía signadas por un orden muy cerrado y dogmático, convirtiéndose por momentos en el primer obstáculo para incorporar esa posible sostenibilidad. Siempre grafico este momento con el texto de un personaje de una obra de Teatro Escambray, creo que se llama “Campesinos”, que sigue siendo para mí un punto de inspiración, veneración y respeto, del que todos aprendimos, en la obra en cuestión el personaje decía: “Vamos con un pie en el caballo nuevo y otro pie en el caballo viejo”.
¿Qué harías si vivieras definitivamente en la Casa del Promotor Cultural en el Jobero, que está en construcción y que se sabe de antemano tú habitarás?
Yo me dedicaría a sembrar, escribir, volver a ser un niño que juega a ver las nubes que vuelan con figuras de animales y cosas, montar espantapájaros, tocar el fotuto para avisar que ya está el almuerzo, que pueden volver del campo, estar cerca de mi hermana y de mi hijo y de mis nietos, tener siempre cercano a alguien bello y bueno a quien pueda amar, porque no puedo renunciar a la belleza como bálsamo de inspiración y salvación; y, más que nada, pondría empeño en escribir las memorias relacionadas con el accionar de mi grupo, comentar buenos y malos momentos, hablar de estrategias de trabajo, conformar su historia, que es también mi propia historia. Eso me gustaría, vivir en la naturaleza, como aquellos artistas del romanticismo que se refugiaban en los bosques de Europa. Esa sería mi gran aspiración. Una vez me dijo Abel Prieto que yo tenía el privilegio de envejecer como una segunda infancia, en el mismo sitio donde nací, y creo que él tiene razón. Esta es una segunda oportunidad de vivir y morir, jugando al Teatro, acompañado de los mismos árboles que te vieron crecer y convertirte también un dia en componente de la tierra que los sostiene y alimenta.
*Entrevista a José Oriol González Martínez (Cumanayagua, 1954). Graduado del Instituto Superior de Arte en Dirección Teatral Escénica. Promotor Cultural. Master en Dirección Teatral. En 1986, funda con obreros aficionados de la construcción en el municipio Moa el Teatro Tierra Roja. En 1990, continúa con egresados del ISA, Teatro del Este. En 1991, funda Teatro de los Elementos. Premios y condecoraciones: Premio Nacional de Cultura Comunitaria, Distinción por la Cultura Nacional, Premio Terry, Distinción Avellaneda por la obra de la vida, conferida por la dirección de la pieza “Montañeses” en el Festival de Camagüey, 2019. En la década del 1990, trabajó como Productor, junto al maestro argentino Osvaldo Dragun, en los talleres fundacionales de la Escuela Internacional de Teatro de América Latina y el Caribe. Ejerció como Profesor de Actuación y Dirección en la Escuela Nacional de Instructores de Arte. Jurado de Teatro en el Premio Casa de las Américas, 2020.
Pepe Sánchez
Enero 28 de 2021, Cumanayagua.