Por Ana L. López

 

En este esfuerzo de abrazar lo imposible, me afrerro a Dios, y es un péndulo en movimiento, debajo está el abismo. En este esfuerzo de caminar en el túnel creyendo que siempre habrá luz, voy con los ojos cerrados, a veces la luz está dentro. En este anhelo de tener un boleto, un golpe de suerte o simplemente ver el golpe de otra cosa, se convierte en un golpe en la cabeza, en pleno amanecer martillándome contra el asfalto. El pecho se aprieta como la puerta de un elevador. Escapo, en un rincón de la forma más valiente. A los minutos enjugo las lágrimas y vuelvo al péndulo. El péndulo que es Dios, mi fe, el amor. En esta isla que choca contra el iceberg busco un chaleco salvavidas, un abrazo, la esperanza de que el mar sea una piscina y yo un personaje de aquella película. Alguien me hala por los pelos, me saca del túnel, me agarra cayendo, me tira un bote. Alguien me dice puja que tú puedes, aguanta. En ese momento olvido el rincón, la miseria, la oscuridad y salgo a la calle; veo los demás zombis. En este esfuerzo de abrazar lo imposible soy una sobreviviente, mientras tenga fuerza para seguir aferrada nada estará perdido.