En pueblos endógamos, en los pasatiempos de La Casa de Laca,
los poetas no son los sacerdotes que nacen de la boca de Brahma.
No salen de su mano al abdomen.
No aparecen echados a los pies de Brahma.
Ni políticos graves, ni rectos militares,
no son los comerciantes artesanos
que a la larga se saben quemadores de etapas.
Después de su pasado, les persiguen a gritos como randas.
Son ilotas, son parias, maestros sin oficio,
homicidas de reses que renquean, llegadas de calor abominable,
su ante-nacimiento en sitio equivocado,
los brahmanes los tratan como deyección.
A esta capa bubónica,
el escalón más bajo,
a estos sin colores,
que por tanto y por ello en un río de dalits nadie se baña,
combinación maléfica «no auspiciosa» de dos o más planetas
en hora del bregar cual por su lado,
aquí no se les llama “intocables”. Aquí nadie reencarna.
Impuro se renace, sin casta y sin menaje.
Impuro y más que impuro, sin casta, sin higiene, sin menaje,
trabajo sobre ti por la comida ―carne de cerdo y águila―
por mí no pase el tiempo del amor.