Por Alexis García
En muy poco tiempo la Editorial Mecenas pondrá a la venta Guamuhaya verde, libro del autor cumanayagüense Orlando Víctor Pérez Cabrera. Resultado de un prolongado estudio de la narrativa oral del contexto montañés escambradeño, reúne un grupo de historias en las que palpita una idiosincrasia todavía cercana a nosotros. Una variada gama de formas que van desde el fino humor criollo y el sustrato filosófico, hasta el insondable misterio de la magia.
Investigaciones de este tipo tuvieron en Samuel Feijóo, por ejemplo, a un notable exponente. Recordemos Cuentos populares cubanos de humor (1981), o Mitología cubana (1986). Onelio Jorge Cardoso fue otro autor cubano que no solo incorporó a su cuentística historias rurales, sino que lo hizo muchas veces utilizando el propio registro de estos campesinos, aunque tamizados por una maestría literaria que les daba un completo sentido.
Pérez Cabrera transita este mismo sendero. Para su recepción consideró un tipo de narración generalmente anónima, asociada a una tradición que reflejara la identidad cubana. Escogió así 35 piezas que dividió en leyendas, fábulas, cuentos y sucesos. Las historias utilizan la jerga lugareña, pero no menoscaban una lectura fluida. Lograr esta conjunción, esta especie de equilibrio lingüístico para que no terminemos exhaustos, habla a favor de una seriedad, de un talento sostenido. Y es aquí donde pensamos que se afinca el quid del texto, lo que hace posible que lo disfrutemos.
Cabe apuntar, además, que el número de historias transcritas es mucho mayor que las recogidas en esta primera entrega. Ya se trabaja en una edición más extensa, prologada, con un espectro complejizado de la oralidad escambradeña. Es casi como si abriéramos para los lectores una puerta y los sorprendiera una biblioteca interesante, amena y, por qué no, de importancia máxima.
Adelantamos El gato y el diamante, una joya a nuestro juicio:
En la parte de Veguita, donde hubo un ingenio azucarero, se contaba que había un gato muy negro que andaba por todas partes. Salía en la Loma del Infierno y lo alumbraba todo; la gente le caía atrás para cogerlo. Se decía que quien lo matara se volvería rico, pues lo que tenía en la boca que brillaba tanto era nada menos que un diamante.