Por Irelia Casañas
Este incienso yo lo disfruto sola
perfecto estado del placer ingrato.
Te amo sin fe igual que me examino
buscando enfermedades de la mente.
Del tedio me separan temporales barreras.
Salgo a las luces frías
me hablan lenguas asépticas
que ordenan y acompañan demasiado.
El verbo y mi capacidad de odiar se contaminan.
Prefiero estar en el espacio/útero.
Renacer es morir y estar consciente.
Queda la corta levedad con sus olores.
El viaje sin amigos hasta la zona de dolor:
mi corazón
es un animal antiguo y solo.
Lo que te hubiera dicho
Por Courbet
Vuelves terco y sensual a provocarme, aunque no soy París ni te he vivido. Tú puedes ser el mar donde derrame el cuerpo, agotado del mundo y de otros cuerpos. Nunca te libraré de multitudes que piden tu cabeza y no tu arte. Hablo de la promesa floja e imprudente, de tu perfil asirio entre mis senos encarnados, de tu mano hundida en mis entrañas. Hazlo. No me dejes mirarte en la distancia. Quiero ser la desnuda que entre todos te contempla, pero contémplame también. Haz que vengan tus musas baratas, ofrece la inmortalidad que dan los lienzos, quiero verte acariciarles la entrepierna y luego amarte yo. Solo así tendré el origen del mundo ahora que en las calles lo eterno está vibrando.