Por: Alberto Vega Falcón
Florencio Guadarrama Delgado había nacido y se había criado en lo más intricado de las elevaciones del macizo montañoso del Guamuhaya cienfueguero, conocido también como Escambray. Le habían cambiado, no se sabe quién, su nombre de pila y le adosaron el de Lencho Manigua, al parecer porque no salía de su conuco, donde adquirió fama de pamplinoso y pintoresco personaje que le puso sobrenombres o apodos
a sus hijos, sobrinos y a otros campesinos de la zona, con los que tuvo no pocos encontronazos, aunque sin graves consecuencias, dado, entre otras razones, por su carácter alegre y su sentido de la amistad y la solidaridad hacia los demás vecinos, coterráneos también del verde lomerío.
A su mujer la bautizó como Julia Yerbafina porque alegaba que era suave, suave y además fina de piernas. A María, su comadre, le ajorquetó el nombre de Yerba Bruja, porque, según Lencho, la vieja no era fácil. Para Antonio, su hijo mayor, le escogió como apodo Antonio Cañamazo “¿Por qué, Lencho?”, le preguntaban los curiosos. “Na´”, contestaba Lencho. “Este vive pega`o a la mujercita y así mismo es esa yerba, difícil de arrancar”.
Los vecinos de todos esos lomeríos le buscaban la lengua y se divertían con las ocurrencias de este guajiro bonachón y simpático. “¿Lencho, y al viejo Matías, el del Jobero, cómo le puso usted?” “¿A ese?, contestaba Lencho, Ese es Matías bejuquera, siempre está enreda´o con un montón de viejas, que lo tienen chamusca´o”.
A Neno, su hijo más chiquito y medio entretenido lo bautizó con el apodo de Neno Zanca de Guanajo, y agregaba: “por larguirucho y medio mentecato”. A su sobrino Celso le buscó el apelativo de Celso-guisaso. “Siempre engancha`o a otras personas pa´ no trabajar”. Y así, por ejemplo, a su cuñado le adosó el nombre de Pedro Pangola, y a Tato, un primo de su mujer, le llamaba Tato Espartillo. A su hija Julia la llamaba siempre por un nuevo nombre, Julia Romerillo, porque según él era una medicina por su bondad y sabiduría guajira. Con su suegra Juana se buscó un sal pa´fuera, porque le dio por decirle Juana Adormidera, porque la susodicha dormía como una lirona.
Preguntado en una ocasión sobre el porqué de bautizar a las personas con nombres de diferentes yerbas del campo, contestó con una sonrisa de guajiro noble y ocurrente: “Todo el mundo tiene un parecido en la vida. Además, lo hago por cariño, para que la gente ría, sea feliz. ¿Yo mismo, decía Lencho, usted no se ha fijado en la cara de manigua que yo tengo?” Así era Florencio Guadarrama Delgado, o mejor dicho, ¡Lencho Manigua!”
Tomado del Periódico Montañés. Enero-febrero/ 2021 (p. 3).