Por Alex Fleites
A dos espacios
Nada es mío, ni siquiera la parábola del viento
Como otros reúnen estrellas, caracoles,
junté palabras que otros inventaron
para estar después del sueño y la vigilia
Así entré por la palabra puerta
buscando de mi madre el intrincado corazón
y allí me quedé agazapado,
dejándome ir en la marea de su sangre
Ventana y amor me condujeron
a la abisal tristeza de esta mujer de aliento fatigado
que espera de mis versos quién sabe qué milagros
Con la palabra canción mentí con ternura a los amigos,
les conté historias de muchachas
que me nombraban en la lluvia,
cuando en realidad era la combustión del viento
entre las ramas
Si hice versiones de la noche
fue porque la oscuridad se hizo ancha
para el hambre de mis huesos
Si alguna vez dije el mundo es una naranja,
en realidad nunca creí que fuera una naranja
Hoy sé que el mundo
es una camisa a prueba de intemperie
En papel gaceta, a dos espacios,
durante años he almacenado
veraces noticias increíbles
y sueños irrealizables que suceden a diario
Por eso es bueno ir ordenando manuscritos,
poner en claro que puerta sirve, cuando más,
para tocar el corazón de la casa,
y que ventana y amor están para ver,
entre otras cosas,
cómo se aleja esta mujer con mi equipaje
Tal como si yo mismo me marchara
Juntar palabras es un delito noble
Si fuera mía la parábola del viento,
podría hoy mismo empezar un gran poema
(A dos espacios, 1982)
Lo siento, no recuerdo más
El río estaba helado y algo roto
Viajaban troncos
espejos
un radio transistor
Sentí tus manos
acariciando los zapatos
de la víspera
ahora viejos y amargos
Había también
una mariposa gigantesca
que miraba
como enemigo íntimo
Y siempre agua
y siempre fotos veloces
asesinadas con ternura
Un caballo pasó
como si nada
pisoteándome el pecho
Después
se hizo el día
escribí esto deprisa
y no recuerdo más
(El arca de la serena alegría, 1985)
Espera una señal
Palabras de familia gastadas tibiamente
Gil de Biedma
Húmedo y oscuro. Obstinado y oscuro
Oscuro y lento. Distraído y oscuro
avanza por las calles que no saben su nombre
La gente está saltando de los autos
que derraman la música
Párese a beber. Párese a escuchar
cómo viven los otros
Las gastadas frases se dicen con amor
Ignore el neón. Disimule las risas
El carnaval arrastra la energía del mar
Cuídese de la caída de las flores
Un caribe. Dos caribes. Tres caribes
disponiendo el orden de los astros
a través del cristal de sus rotas botellas
Húmedo y oscuro no se deje arrastrar
porque ha perdido el centro,
el tibio lugar, las manitas rosadas,
el tokonoma que se llena
con los sueños que no recordará
Del otro lado del intenso batir,
del otro lado de las voces coralinas,
con muertes cotidianas, fulgor,
aguas negras que hieren la tierra,
vidrieras rebosantes,
sencillos animales que miran con asombro
el nacimiento del sol;
del otro lado, húmedo y oscuro,
espera una señal, el más velado signo
al final de una era que en parte él asesinó
cuando creyó posible juntar,
alisar en el papel las secretas palabras
(Ómnibus de noche, 1995)
El hijo pródigo
Y heme aquí en el punto del comienzo
Cabalgué como un predestinado
Cabalgué como un renuente
Cabalgué con la inocencia
de quien pierde la lumbre,
el sosiego que sólo fija el mar
Aquí estuvo el hogar. Aquí, la mesa
sobre la que cantaba la hermanita
Aquí, los instrumentos de triturar olores
Aquí hubo una mujer cuidando el fuego
Aquí, los hijos, sus manos todavía inhábiles,
nos prevenían, nos incitaban, nos exigían más
Quien padece la salmodia del viento
no teme llamar a los postigos
Sólo entrever –la humildísima hendija–
Adentro se oyen pasos similares a los míos
Adentro, los murmullos, las caricias invisibles
Adentro, el tigre que desgarra los sueños
He vuelto, oídlo bien, he vuelto
Puedo pasar un día o un siglo ante el templo
con la apariencia de un borracho ciego
Terminarán por aceptar mi rostro
cruzado de verdes cicatrices
(Un perro en la casa del amor, 2003)
noche que vela los espejos
para reina maría despierta en ánimas
noche cerrada como un puño
que nada contiene
ni una tos
ni una risa
ni el gorjeo de un niño
noche donde no circulan autos
ni nadie canta como si peleara
en medio de la calle
ni una radio ha quedado encendida
derramando noticias
que no importan
pues no hablan
de ninguno de nosotros
ni de nuestros enemigos
ni siquiera de los seres que amábamos
noche como rosa nonata
que ni perfuma ni estalla en color
noche que vela los espejos
noche que devora
las minúsculas plantas de la sala
los cuadros donde se asomaron
espantados los amigos
noche que sabe que vigilo
que salgo al balcón
como quien mira
a través del retrato de la hija
noche previa a la noche de la noche
disuélvete en mi pecho
y no permitas que ponga un pie
más allá de la marca sangrienta
donde ya no hacen falta los misterios
(ángel con ala rota, 2020)