Por Roberto Manzano

Yendo por el camino hacia adelante miro
y toco el lodo gris con la gastada punta del zapato:
es el mundo llovido de varios días,
y por encima de la punta del zapato voy solo
cuando a la izquierda marchan conmigo
escuetos matorrales, y se ven huellas de neumáticos:
siguiendo los talones presurosos de un alto junio,
bajo la soledad del aire abierto…

He tenido mis pies de andar tanto, y ya hoy,
andando solo, con el lodo gris o amarillo
en las suelas, avanzo casi con otros pies
que van menos por fuera que por dentro: qué andar me gasto yo,
cómo he andado por dentro, con la mitad de un fósforo
bajo la luna, que da un frío punzante
como de plata lejanísima, como de cielo sólido!

Han pasado los años, las costumbres:
se fueron, al desgaire, y me veo cuando era niño
e iba por la llanura aquella bajo otra luz de junio,
andando como ahora, pero ya está la suela
húmeda y transparente y se adhiere a la punta
del alma la amarilla pesantez del cangilón llovido:
se ve que ayer llovió mucho, y que lloverá
acaso más mañana, y yo aún tengo
que avanzar: marcharé siempre por un camino!

De ahí mismo saqué, grano a grano, mi música;
y fue en esa mazorca que anillé mi existencia;
extraje de ese aullido todo mi acorde,          
y en esa sacudida me acompasé:
pero no me faltó un canto, inasible y celeste,
como mi vida toda, y adelante miraba, y hacia arriba
entre los gajos del almendro donde he visto los ojos
de la vida reír cuando se desplomaban los crepúsculos.

Así fue, no lo dudes, algo bueno pasó
a pesar de pesares, y fue la vida misma,
aunque a veces descienda marzo
sobre algún bienvestido en flor,
cuánta andadura en lo abierto, te digo que fue bueno,
y casi lo mejor, bien lo conoce el viento que sonríe
en el mastuerzo como quien vuelve a casa:
también yo regresaba dentro de la intemperie hermosa!

 

Del cielo para abajo todo me pertenece…

Del cielo para abajo todo me pertenece: soy riquísimo
en parajes, y cuando duermo viajo por trillos
que cualquier peregrino envidiaría,
pero me gusta el sueño que viene de lo real,
corro entusiasta hacia las figuraciones hondas\
donde el destino traza sus ámbitos y seres:
mi alma tiene una mano dibujante, avanza
en taller permanente, por siempre renacentista y sola
en su quehacer, todo se me vislumbra y junta
desde abajo hacia el cielo, desde el cielo hacia abajo,
invadiendo el rizoma y el lucero: es mi alma
que acircula y refina, semejante a un molino enloquecido.

Por qué será?, será que todo me faltó?,
será porque me alzaba del suelo tras la brizna
que se llevaba el viento, como desheredado?:
en donde todo me faltó todo lo tuve,
todo lo tuve mientras entraba en casa ajena
y plantas y animales sonaban y crecían dentro del otro patio,
y si tuve camastro o silla fue que de mano amiga vinieron
al borde del abismo, cuando bajaba el puño
de la noche sola, ya ves que es mío todo, pues si afuera
salimos quién me quita el viento que conversa con el álamo?:
nadie me quita el viento, ni el álamo, ni el astro pequeñísimo
que ya comienza a parpadear en lo rojizo de la tarde.

Como mi corazón, nada para tener amplitud:
sale mi corazón y reconoce, de un ademán se lleva el mundo,
mudo lo recompone, esperando en cualquier lugar:
y mi memoria urde mucho, no se ha perdido
ni un solo terraplén, ni una sola marisma,
ni un solo caserío, y si se quedan solos —mi corazón
y mi memoria— cómo les gusta trabajar en el silencio
los unánimes hilos, ahora mismo una puntada
que busca la anterior, la trenza
y sazón del suceso, y ya es un sueño que la rosa del viento
debe pertenecerme, toda la rosa de los vientos es mía!:
hijo soy del nadir y el cenit, gozo un acimut de pozo y asteroide.

Bien sé que nada soy, apenas nervadura de una hoja,
caracolillo que atraviesa un enlosado, y sin embargo
todo me pertenece: he sido muy obediente
cuando se trata del conjunto: me sujeté a captar
los infinitos cáñamos, y busqué la palabra
de los ilustres disueltos en la arena,
y mi alma padeció su vocación de aeróstato:
y ahora, cuando vuelvo no sé de dónde, pero ya vuelvo,
siento una plenitud tremenda, como que nunca tuve nada!:
se me dieron unánimes la fronda y la raíz,
el hilo y el cometa, el llano y el portal, y en esta levadura
de vivir mi canción cumplió con su intemperie justa.