Por Ernesto Peña
A veces se viaja en el tiempo (en las barcas de la memoria y la imaginación); por lo común se viaja en el espacio; muy pocos logran realizar un viaje interior hacia sí mismos.
Pero estas tres especies de viaje son recreadas por Pepe Sánchez en su poemario Memorias de un gladiador (Ediciones Mecenas 2023). Treinta y dos sonetos que asumen la cultura grecolatina como contexto donde se dilucidan las vicisitudes de un gladiador-juglar. Corresponde a este describir conflictos relacionados con la libertad interior, las conquistas violentas y la perseverancia del amor como emoción a la que sujetarse siempre: “..que la vida es amor sin aranceles”.
Juegos de poder, juegos del Poder, juegos contra el poder, encontramos en la primera parte: “El tiempo y la utopía”. El sujeto lírico resume su nudo interno en el poema homónimo:
“Hemos puesto los años al servicio
de la muerte y sus dioses, cuando dentro
el amor busca ser el justo centro”.
La decisión de cruzar los mares, así como los regresos, son los temas generales de las otras dos partes del poemario. Harto de las guerras de los abuelos, el héroe lírico busca cartas, guías para la navegación, y a veces lo tortura la duda ante la partida, ante las naves de Tarsis.
Pero estos viajes externos, imaginarios y horizontales, son atravesados en vertical hondura por las reflexiones del juglar, quien aborda asuntos de actitudes existenciales como la prudencia ante los malos vientos, el fluir en relación con las creencias, la fe en el arte poético destinado a ser dominio personal. Si bien lleno de citas y alusiones eruditas relativas a las obras de Shakespeare, los filósofos antiguos, la Biblia, etc., Pepe Sánchez no olvida el influjo de la música en la vida y la poesía. Y en un poema (único en el libro), engarza la utopía de todos los tiempos: la fusión armoniosa entre lo nacional y lo foráneo, lo propio y lo próximo, la parte y el todo:
“Silvio y Rolling Stone, con Los Zafiros
y el Lennon, beben hasta que los giros
en Yesterday se vuelven memoriosos.
Porque siempre hay un Benny en la Rapsodia
Bohemia, que en un filin fiel parodia
el sueño de los años prodigiosos”.