Por José Ángel Buesa


Yo andaba entre la sombra,
cuando como un fulgor
llegaste tú de pronto
con el último amor.
Pero bastó un efluvio
de antiguas primaveras
para reconocerte,
para saber quién eras.

Y eras la misteriosa
mujer desconocida,
que entristeció de ensueño
lo mejor de mi vida.
La de las tardes grises
y los claros de luna,
la que busqué entre tantas
y no encontré en ninguna.


Y hoy tal vez como un premio,
tal vez como un castigo,
lo mejor de mi vida
será morir contigo.

He pensado esta noche,
sintiéndote tan mía
que así como llegaste,
pudieras irte un día.

Lo he pensado, eso es todo.
Pero si sucediera...
Dejaré que te vayas
sin un adiós siquiera.
Y cuando te hayas ido...
yo, que nunca me quejo,
me vestiré de luto
y aprenderé a ser viejo.

Pero si me muriera
sin poder olvidarte,
y después de la muerte
se llega a alguna parte,
preguntaré si hay sitio
para mí junto a ti,
y Dios seguramente
responderá que sí.