En una conversación imaginaria y octosilábica, con las asonancias propias del romance, compartí con Lázaro García Gil, poeta, amigo y entrañable figura imprescindible de la cultura cienfueguera, cubana, quien por suerte nació y permanece aquí, pegado a su tierra lo mismo que un tronco duro.
Todo comenzó así: “Lázaro, qué privilegio / haber vivido en dos siglos; / el veinte fue de los sueños, la esperanza, los himnos. / De los amores urgentes / para vencer los abismos / de las sombras que acechaban / en los viejos laberintos. / El de las confrontaciones / que puso al mundo en peligro, / el de creernos inmunes / y devorar los caminos, / el de bebernos el sol / en el rostro de los hijos”.
Desde el vientre de su madre y pronto a ver las luces del mundo, se presentó el 31 de diciembre de 1947, para iniciar, quizás sin pretenderlo, un viaje insospechado junto al verso y la canción. Con aires de guajiro sabanero, imbuido, tal vez, por las décimas criollas de Cheo Álvarez, o las de Primitivo Fortún del Sol (Colorín), amigo de la familia; o de las páginas románticas del palmireño Eusebio Delfín y la cordialidad y talento de Felito Molina, desde la tarima móvil del carretón del padre, utilizando la brújula del sol, para enrumbar el camino de innumerables obstáculos en busca de nuevos horizontes. Así, con la misma sencillez y constancia con que los padres luchaban por un bocado de comida y darles a sus hijos una vida digna bajo la comba azul del techo imaginario de su isla, un buen día, hace más de medio siglo, emprendió una aventura fabulosa que lo ha traído hasta el presente.
¿Sus armas? El talento, la voz y la guitarra.
Nunca se ha vanagloriado de su amistad con Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, con Vicente y Santiago Feliz y tantos artistas cubanos de diferentes generaciones. Quién no lo recuerda con su hombro empujando a fuerza de su prestigio para que Cienfuegos tuviera su estudio de grabaciones y el simbolismo hondamente humano de que fuera Pascual, el loco bueno, a decir de la canción de los hermanos Pedro y Roberto Novo, el que hiciera la primera grabación para no dejar morir la inmortal de Eusebio Delfín: ¿Y tú qué has hecho?, para que Pascual siguiera el imaginario popular.
Ni los triunfos ni los premios ganados a fuerza de ingenio han logrado, como ha sucedido con otros creadores, alejarse de la magia del pueblo, del contacto diario por las calles de esta ciudad, la suya, y tampoco nadie ha podido quitarle, cuando te encuentras con él o te despides, sin que te suelte su: “¡Chévere!”, para seguir presuroso, saludando a este o a aquel, hasta el próximo encuentro.
Sus canciones, verdaderos poemas musicalizados, forman parte inseparable de lo mejor de la trova cubana de todos los tiempos. Sus letras impecables están en lo más selecto de la creación musical de la isla.
Tejiendo un rostro en la canción, Dardos de miel, Querida vieja, Carta de provincia, Al sur de mi mochila, Nana del abuelo (de una desbordante ternura) y Trovada a la Perla, especie de declaración de fidelidad a su ciudad azul, de la que nunca se ha ido, porque Lázaro Gil García, a través de la imaginación, sigue viajando sobre la tarima móvil del carretón del viejo.
Willam Shakespeare, poeta y dramaturgo inglés, sentenció: “Los artistas, los verdaderos artistas, deben tener un pie en el lodo, una mano en la daga y los ojos en las estrellas”. Por su parte, León Tolstoi señaló: “Es menester que el intelectual se redima de su pecado de orgullo, aprendiendo de la vida simple y dura del hombre del pueblo, pero no para rebajar su propia mente, sino para levantarla junto con la del humilde”.
Lázaro García Gil, junto a su pueblo, inclina hoy el cetro a la flor.
De: Periódico 5 de Septiembre, Viernes 5 de febrero de 2021 (Culturales, p. 6). (N. del E.).